Opinión

La libertad y el pluralismo religioso

PUNTO DE VISTA

Víctor Corcoba

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Al señorío ministerial me pega que le gusta distraer al personal. Parece que la crisis económica no les quita el sueño. O quizás sí, y hayan pensando buscarle un entretenimiento a la ciudadanía, pensando que la libertad religiosa es una catarsis. La religión siempre levanta pasiones, a pesar de que la Iglesia de hoy tenga más cristianos a tiempo parcial que cristianos de una pieza. Tal vez le convenga a un Gobierno ahogado por la actual crisis que ocultó esparcir botafumeiro. Así, la riada de desempleados, las familias que piden coberturas sociales y no reciben nada, ni migajas. La guinda fue puesta en escena la semana pasada por parte de la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, cuando habló de ciertas reformas que pretenden llevar a cabo próximamente. La inquietud o el divertimento de distracción para otros, se ha servido pues en bandeja. Sea como fuere, la polémica ahí está, fagocitando el verdadero problema de esas personas que se las ven y se las desean para vivir con un mínimo de dignidad.

Y digo yo, aunque sea un don nadie. Propóngase lo que se quiera, nunca impóngase nada, jamás la intolerancia religiosa que ya sería la primera discriminación y máxime cuando aún son mayoría los padres que han elegido la enseñanza de la religión católica para sus hijos. Dicho lo anterior, prioricen, no distraigan. A poco que uno ponga el oído en el desespero de los sin voz, pide con urgencia: sálvese a los pobres que cada día lo son más en este injusto y falso bienestar social. La verdad es que tiene bien poco sentido gastar energías y pedir consensos para reformar una ley que ya garantiza la libertad y el pluralismo religioso. Si hay algo en la España actual que está garantizado es la no discriminación por razón de creencias. No así otros derechos, que son principios rectores de la política social y económica, como es la política orientada al pleno empleo. Lo demás, subrayo, es distraer al personal. Precisamente, en el uso de todas las libertades hay que observar el principio ético de la responsabilidad personal y social: en el ejercicio de sus derechos, cada uno de los hombres y grupos sociales, como son en política los partidos políticos que concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular, están obligados por simple ley natural o humana, bautícese como se quiera, a tener en cuenta los derechos de los otros, los propios deberes para con los demás y el bien común de la generalidad. Con todos, sin distinción alguna, hay que obrar según justicia y humanidad. No creo que sea justo, ni mucho menos humano, obviar el sufrimiento de las familias que malviven en la más absoluta marginalidad, la mayoría personas dejadas a la deriva por un frío sistema productivo.

El mundo de la marginalidad, aquel que todavía suele acudir antes a una institución católica que a una ventanilla de las diversas administraciones, por algo será, tiene necesidades perentorias que deberían ser un reclamo prioritario para nuestras conciencias y para las decisiones políticas. Por desgracia, la disparidad entre ricos y pobres se ha hecho más evidente e inquietante, también en nuestro entorno más próximo. Hay gente que vive en la exclusión y gente que vive en el lujo, y hay barrios en el que se alza el poderío y polígonos en los que lo único que se alza es la miseria. La pobreza y un estilo de vida consumista existen uno junto al otro, pero no cohabitan. Una línea invisible separa muchas de nuestras sociedades y barrios. A veces, hasta la calidad de los servicios ofrecidos por las mismas autoridades varía enormemente. Qué casualidad, casi siempre los peor asistidos suelen ser los más necesitados.

En cuanto a la libertad religiosa, debo decir que la Constitución nos recuerda que los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación, citando expresamente, a la Iglesia Católica. Empeñar, pues, en apartar a los ciudadanos de profesar la religión, aparte de ser anticonstitucional, aprisiona libertades y sería mezquino.