Redacción | Miércoles 22 de octubre de 2014
“Hoy he tenido un desfile interminable de recuerdos y, acordándome de ti, no necesito que nadie me explique el verdadero sentido de la palabra amistad, ni necesito que me aclaren que quiere decir honradez; tampoco me es desconocida la palabra sinceridad, porque todo ello me lleva hasta ti.
Me viene a la mente ahora aquella tarde del año 1995, íbamos por los alrededores de la Real Maestranza de Sevilla, había toreado José Tomás y me dijiste: "Tengo grabado un pase de pecho…". Al día siguiente esa foto estaba en todos los periódicos y colgaba en muchos bares y tiendas de Galapagar. Qué buen aficionado eras, y fiel a tu costumbre no te jactabas de ello.
Recuerdo nuestro viaje a Lanzarote. Rosa Mari, Isabel, tú y yo. En el hotel, nuestras visitas al expositor de los platos fueron continuas; todo nos parecía bueno, pero al final Rosa Mari y tú nos sacasteis dos cuerpos de ventaja, sobre todo en los postres. Después de ese viaje, me hablaste de repetirlo, de seguir disfrutando de la vida, junto a Rosa Mari; no lo pudiste cumplir: el destino te tenía preparado otro "viaje".
Fuiste todo un personaje, donde fueras tenías amigos; cómo no ibas a tenerlo, si siempre estabas dispuesto a ayudar a todo el que te lo pidiera. Pero puedes estar tranquilo, tu mujer y tu hijo son fieles reflejos de tu forma de ser, y eso estoy seguro, es un gran orgullo para ti.
Todos esos recuerdos son los que hoy me han hecho sentirme nostálgico, y cuando me cansé de mirar por la ventana de mi habitación, me dije: No puedo dejar la ocasión de ponerlos por escrito. Porque sé que donde estés, estarás viendo estos recuerdos. Bien me dijo un amigo una vez que "Dios se lleva a los más buenos", y a los demás nos deja para que lo intentemos.
Lloré cuando te fuiste, y he llorado más cuando te recuerdo. Querido "pelines", no sé si leerás esta carta, pero estés donde estés, no me contestes ahora; espera, ya me lo contarás algún día cuando nos veamos”.
Tu amigo, J. T. R. C.