El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Christine, la cuñada de Josef Fritzl, que mantuvo secuestrada a su hija durante 24 años, declaró ayer que su cuñado fue encarcelado a causa de una violación cometida en 1969. "Yo tenía 16 años cuando lo metieron en la cárcel. El delito me pareció repugnante, sobre todo porque ya entonces tenía cuatro hijos con mi hermana".
Cuando los Agentes policiales rastrearon, en 1994, los antecedente de Fritzl para tramitar la adopción de Monika (una de las niñas que tuvo con Elizabeth), su expediente estaba limpio. Ahora, sin embargo, la policía austriaca trata de arrojar más luz sobre los 73 años de Fritzl, desenterrando casos que llevaban lustros olvidados y que sucedieron cerca de los lugares que el monstruo de Amstetten frecuentó. Una mujer ha declarado que ella fue violada por Fritzl hace varias décadas. Asegura haberlo reconocido por sus ojos.
La policía estudia ahora la violación y asesinato en 1967 de Martina Posch, una adolescente de 17 años. Alguien abusó de ella junto al lago Monsee y después la mató. Los buzos de la policía encontraron su cadáver desfigurado en sus profundidades. Fritzl tenía una posada a la orilla de aquel lago. "Ahora tenemos que comprobar si algunos objetos que tenía Martina el día en que la asesinaron se encuentran en la casa de Fritzl", declaró Alois Lissl, jefe policial de la región de Alta Austria.
Mientras tanto, la mayoría de los vecinos se niegan ya a hablar con la prensa. Otros cobran por alquilar sus terrazas y azoteas a los canales de televisión. Y hay curiosos que llegan, como turistas, para visitar la calle del crimen.
El monstruo de Amstetten parecía un tipo agradable con casi todo el mundo, excepto con su esposa y su cuñada. "Conmigo se metía diciéndome gorda. Decía que no le gustaban las mujeres gordas. Y yo le dije: 'mejor ser gorda que calvo'. Después de eso fue a Viena y se hizo un implante de cabellos", dijo la cuñada.
Fritzl solía bajar al sótano todas las mañanas a las nueve. "Decía que estaba trabajando en planos de máquinas que vendía a una empresa. A mi hermana Rosi le tenía prohibido bajar allí. Ni siquiera le estaba permitido llevarle café. A veces también pasaba la noche en el sótano. Ahora sabemos por qué".
Christine le tenía miedo, como toda la familia, según ella. "Era un déspota. Cuando entraba en una habitación todos los niños se callaban y se quedaban quietos, incluso si estaba jugando. Se sentía el miedo que todos tenían a los castigos. La única forma de escapar de ese ambiente era independizarse o casarse. Y todos se fueron yendo de la casa en cuanto alcanzaban la mayoría de edad".
Cuando un tercer bebé apareció en la puerta de la casa de Fritzl con una carta en la que Elisabeth pedía que la adoptaran, la cuñada le sugirió que buscara a la hija entre las sectas de la región y él le contestó: "No servirá de nada". "Y con eso se acabó la discusión. Su palabra era ley", señala Christine.