Jesús Carrasco, durante la entrevista concedida a ‘El Faro’ en la casa de cultura Alfonso X El Sabio de Guadarrama (Foto: R. M. PEÑA)
El historiador sostiene que el levantamiento del 2 de mayo no fue una revuelta social del pueblo contra sus gobernantes, y sí contra las vejaciones a la población del ejército francés
JAIME FRESNO | Miércoles 22 de octubre de 2014
El viernes se celebra el Día de la Comunidad de Madrid, que este año además coincide con el Bicentenario del levantamiento del 2 de mayo, por lo que las actividades se han multiplicado en las últimas semanas. El historiador de Guadarrama Jesús Carrasco detalla algunas de las claves de la Guerra de la Independencia, así como su incidencia en la Sierra. En la imagen, escultura de ‘Pardito’ en San Lorenzo de El Escorial recreando el cuadro de Goya ‘Los fusilamientos del 3 de mayo’.
Madrid se dispone a conmemorar el levantamiento popular del 2 de mayo de 1808 con una nutrida agenda de actos culturales que pretende subrayar la importancia de un día capital para la Historia de España, inicio para muchos del sentimiento nacional y principio del fin de la hegemonía napoleónica para otros tantos. En la Sierra, punto estratégico para el movimiento de las tropas en conflicto, el Bicentenario lleva semanas presente en los centros de cultura. Un ejemplo es Guadarrama, donde el Patronato de Cultura descubre estos días datos reveladores sobre lo que fue la ocupación francesa en la localidad, gracias a trabajos como el del doctor en Historia por la Universidad de Alcalá, Jesús Carrasco Vázquez, asesor municipal. Su visión arroja un poco más de luz documental sobre uno de los episodios más cruentos y a la vez apasionantes que haya conocido el país y la comarca.
Los franceses, al mando de Junot y Murat, entran en España de forma triunfal, sin violencia, gracias a los antecedentes marcados por los tratados de San Ildefonso y Fontainebleau. ¿Un grave error político a
sabiendas de las ansias expansionistas de Napoleón?
Sólo podemos conjeturar en base a los hechos. No cabe duda de que Carlos IV hace una política que está en manos de un valido como Godoy. Cuando toda Europa está en contra del corso, hay que tener mucha firmeza militar para oponerse. Había habido un intento de acabar con la Revolución Francesa, con las Guerras de la Convención, donde se muestra el genio militar de Napoleón junto con el desarrollo de un nuevo concepto de la milicia (...) Napoleón es el amo y no hay ejército europeo que se le pueda oponer en campo de batalla. Todos son derrotados de forma sistemática...
Aparte de ese autoritarismo del Emperador, ¿se puede aseverar que nuestros políticos de entonces -Carlos IV, Godoy, Fernando VII- no eran los más adecuados? ¿Había incluso corrupción?
Corrupción creo que es un término que está presente en todas las administraciones. Lo que había era una lucha cainita por el poder (...) Nuestros políticos carecían de la altura de miras que necesitaba la política española. Napoleón nos pilló divididos...
Es hasta rocambolesco. Fernando VII conspira contra su padre, Carlos IV, en la Conjura de El Escorial, luego se delata y, tras el Motín de Aranjuez, el Rey abdica en su favor. Y luego Napoleón provoca que la
Corona vuelva a Carlos IV para que, a su vez, se la ceda a José Bonaparte...
La cronología aquí es importante: octubre de 1807, el Tratado de Fontainebleau descubre la conspiración de Fernando VII contra su padre y se ponen las evidencias en manos de los Reyes. Detrás está Godoy, que se siente muy atacado y además ha perdido la batalla de la propaganda política. Por eso el pueblo, que sufre una terrible opresión económica, es antigodoyísta.
En consecuencia, los franceses entran en Madrid sin problemas...
El problema es que las autoridades engañan al pueblo, al menos así lo interpreto. Voy a mostrarte un documento curioso, una circular que lleva fecha de 16 de marzo de 1808. Es un decreto de Fernando VII en el que se dice: “Amados vasallos míos, vuestra noble agitación en estas circunstancias (...)” Luego el pueblo estaba agitado, puesto que lo reconoce explícitamente. Y sigue: “...Respirad tranquilos. Sabed que el ejército de mi aliado, el Emperador de los franceses, atraviesa mi Reino con ideas en paz y amistad. Su objeto es trasladarse a los puntos que amenaza el riesgo de algún desembarco del enemigo”. Más que tranquilizar, el documento parece encaminado a adormecer al pueblo.
¿El 2 de mayo, en fin, viene a poner de relieve la disociación entre el pueblo y el Gobierno?
Eso es como dar a entender que habría una especie de revuelta social, y nada más lejos de las intenciones del pueblo en ese momento. El pueblo lo que está es harto de las vejaciones a las que le está sometiendo un ejército de ocupación. Una cláusula del Tratado de Fontainebleau es que España les tiene que avituallar. El ejército exige la entrega de vituallas, vino, calzado, leña, carne... Piden todo, y las autoridades se están dirigiendo al Consejo de Castilla diciendo que están agotando los recursos; los pueblos son los que sufren las consecuencias. Un ejemplo es Guadarrama. Por aquí pasa Dupont y todo su cuerpo de ejército, camino de Madrid, en marzo de 1808. Viene como uno de los generales del Duque de Berg, Murat, que desde febrero de 1808 es el General en Jefe de las tropas en España. Dupont viene por Valladolid, Segovia, Guadarrama y llega a Madrid en abril. Trae caballería e infantería que va dejando en el camino y tiene que ser avituallada. Y van embargando, según los documentos de la época, carros, mulos, bueyes y trajineros, para ayudar en el transporte.
Aparte de los requisamientos, ¿hay pillaje y expolios?
Sí. Desde el primer momento hay actos de violencia contra la población.
¿Sufrió mucho Guadarrama?
Hay documentos que dicen que están sufriendo tanta vejación por parte de los franceses que, o se le pone remedio, o están dispuestos a abandonarle.
¿Dupont es el responsable de los acantonamientos en la zona?
No. Esa decisión ya estaba tomada por el Alto Estado Mayor. Todo ejército que avanza ha de controlar su retaguardia. Lo que tenemos es un documento preciso y precioso por quien lo emite, el propio Napoleón, que en diciembre de 1808 le dice a su hermano José que asegure el camino de la posta que iba hacia el Norte. Pasaba por Las Rozas, Galapagar, Guadarrama y subía el Alto del León. Por ahí llegaba a Villacastín. O bien, por La Fuenfría, a Segovia. Por eso en Guadarrama va a haber una guarnición de 150 hombres. Y 160 en El Escorial, allí con un comandante y aquí, en La Torre, con un capitán. Entre los 150 de Guadarrama había un zapador, según el estadillo de los archivos militares franceses. Su misión era tener hábiles los puentes, contratando mano de obra. Quería reivindicar aquí a Luis de León, un maestro del último tercio del XIX que escribe la historia de Guadarrama. Nos habla de las partidas de guerrilleros, a los que llama patriotas...
A eso iba; por su papel decisivo, ¿cuál fue aquí la incidencia de la guerrilla?
Esta zona estaba bajo el control de un jefe guerrillero llamado Juan Abril, segoviano. Pudiéramos decir que su cuartel general estaba en Rascafría. Según un documento de 1811, su partida de patriotas sorprende a un destacamento francés en el Alto del León, un correo con una escolta de 50 hombres de infantería, produciendo 30 muertos, 10 heridos y tomando dos caballos y una mula, además de la correspondencia y la valija.
¿Y qué papel juega el acuartelamiento francés en San Lorenzo?
El mismo. Controlar la zona de la Cruz Verde, por donde vas a Ávila, Peñaranda de Bracamonte y, de ahí, a Salamanca.
¿Hubo un gran expolio del patrimonio cultural del Real Sitio?
Sí. Se toman decisiones administrativas que tienen que ver con ese expolio. Por ejemplo, a algunos vizcaínos les han asignado el bronce de las campanas de El Escorial (...) Son contratistas. Hay un administrador de los Reales Sitios puesto por el Gobierno Josefino, pero se llevan de todo y, sí, se mercadea.
El propio Wellington estuvo en San Lorenzo de El Escorial...
Estuvo en 1812, después de haber llegado a Madrid, haber arrinconado a José Bonaparte en Valencia y haber levantado el asedio de Cádiz (...) Todo, derivado de la batalla de los Arapiles. Pero como no puede someter Burgos, se repliega.
Hablemos del perfil de los protagonistas. ¿Qué le sugiere la figura de Napoleón?
Es claro que fue un genio militar. Hoy los franceses lo siguen teniendo en una alta estima. Se puso al frente de una Revolución, una reforma en profundidad de las estructuras del Estado. Tenemos muchas deudas con aquel pasado. El Código Napoleónico está en la base de la jurisprudencia de muchos países europeos, incluido el nuestro. El Arco del Triunfo de París fue levantado por él y ahí están reflejadas todas sus batallas. Y a nadie se le ha ocurrido decir que aquello fue una etapa nefasta, y mira que perdió hombres.
¿Y Wellington? ¿Fue tan decisivo en España como se ha contado?
Fue un hombre fundamentalmente precavido y se le ha acusado de no explotar a fondo lo que un genio como Napoleón sí hubiera explotado. Fue además el hombre que derrotó al Emperador en Waterloo, pero aquel Napoleón ya no era el mismo.
Y si tuviera que escoger una figura española, ¿cuál elegiría? Castaños, Palafox...
Desde luego, los militares de carrera lo tuvieron difícil porque sus actuaciones se cuentan por derrotas, si exceptuamos a Castaños en Bailén, destacado en la época como el primer general que derrota a los franceses en campo abierto. Pero yo destacaría al pueblo español en su conjunto. Estuvo muy por encima de sus políticos. Surgió gente como El Empecinado, el Cura Merino, Julián Sánchez... El pueblo pagó con su vida la adhesión a un monarca que luego nos defraudó, el impresentable Fernando VII, un necio, cuando no un perverso personaje de la Historia de España.