Opinión

Un día que ni es inhábil

PUNTO DE VISTA

Víctor Corcoba

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Al igual que todos los años, el célebre Día del Libro se viste de esperanza aunque la decepción sea manifiesta. Si es tan importante el día, hagámoslo inhábil. Además, si en verdad somos tan seguidores de Cervantes, acrecentando unas horas más de ocio en nuestra agenda de vida, también estaremos ganando tiempo para la lectura. Incluso para llevarse una hoja impresa al iris del corazón se precisa una buena dosis de calma y, sobre todo, olvidarse del reloj que marca las horas del curro. Ni ociosidad pero tampoco estrés laboral. En nuestro país, para conmemorar esta casi siempre empachosa verbena pueblerina, endosada por decreto para quedar bien, lo que hace a veces es el efecto contrario, pasar y no fraguar, incluso más bien repele, al ver las imbecilidades que dicen algunos mediocres oportunistas, luciendo sus mejores caretas a cambio de prebendas. La riada de actos, donde el bochorno campa a sus anchas, es manifiesta. Parece como si todo el mundo quisiera dejar patente su amor al libro, aunque luego haga el ridículo presumiendo de lo que carece, de no haber leído nada en su vida.

Nada cambia, todo es absurdo. Los mismos actos, las mismas actividades. Todo por decreto. Las mismas caras de soso recogiendo aplausos simulados, idénticos escenarios estúpidos por donde desfila la torpeza y rara vez la lucidez. Así no se transmite conocimiento alguno y mucho menos se puede llegar a la estación de que “leer es viajar por uno mismo”. Ahí está el que debiera ser el más prestigioso galardón de la literatura en lengua española, que no acaba de despegar, que tampoco se hace pueblo y puebla al pueblo de sus enseñanzas, que nada le dice al pueblo, que dista muy mucho de estar a la altura ingeniosa de Cervantes. Va siendo hora: para avivar la lectura se precisan otros espacios más auténticos, otros protagonistas, otros planes de enseñanza, actividades menos protocolarias y más del día a día. No se puede pretender entusiasmar al pueblo con la lectura si luego en el escaparate de los líderes lectores, se presenta tácitamente, o con total descaro, que leer es un hecho singular, clasista, cuando ha de ser un hecho cotidiano, de fácil acceso y más barato que una caña. La imagen del señor aburrido, niño de papá que lee porque es cuestión de clase, hay que desterrarla. Precisamente el día del libro puede ser un buen momento para borrar todas estas etiquetas y comenzar a que realmente se produzca un cambio; canje que es posible poniendo al alcance de todos un libro, y si ha de costar algo que sea como una barra de pan, donde el pueblo se sienta protagonista y no el poder, para que pueda sentir las mieles del placer lector.

Para que a uno le apetezca la lectura solidaria, tiene que sentirse primero bien acompañado. Entonces lo recordará siempre. Será como ese amigo fiel. Quizás los medios de comunicación deberían incluir más páginas informativas y formativas, en sus espacios impresos, radiofónicos o televisivos, dedicadas a libros que uno ha de leer, a libros que uno ha de intentar comprender, y a libros que uno ha de huir de ellos por mucho respaldo editorial que tenga detrás o firma que lo haya engendrado. El discernimiento del compañero de viaje es básico. No tenemos tiempo y menos para perderlo en bajezas. Por ello, veo interesante la explosión de los clubes de lectura que, al parecer, se han multiplicado exponencialmente, sobre todo en la comunidad catalana, El que exista foros de internet con un canal de comunicación con lectores de todo el mundo que puede acceder a salas de lectura, también me parece otra herramienta atrayente. Ser buen lector no es fácil. Los libros siguen siendo caros. Las bibliotecas de pueblos y ciudades aún dejan mucho que desear y, lo que suele ser peor, no suele ser cuestión prioritaria. Debieran estar abiertas, cuando menos con horario de cafetería o farmacia de 24 horas. Mientras sí o mientras no llegan las bibliotecas a ser presencia en todos los barrios y pueblos, es de justicia cervantina potenciar las bibliotecas itinerantes que favorezcan el acceso y fomento de la lectura a todo bicho viviente.