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Tribuna

Los políticos corruptos

Los políticos corruptos

Víctor Corcoba Herrero

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Cada día son más los observadores internacionales que piden a Europa que deje de apoyar a políticos corruptos en otros continentes. No pocos dictadores se han hecho con el poder de un país saqueando a sus pueblos, robando el pan de los humildes y el de sus propias familias. Por otra parte, es cierto que tampoco se puede abandonar un país que necesita de las ayudas de los demás para salir de las crisis políticas y humanitarias en el que se haya inmerso.

Al mundo le desborda la corrupción en la política y en la economía, dos piedras duras de roer; y, sin embargo, debiera ser compromiso permanente de toda persona contra esa solapada y difundida lacra social. Por eso, entiendo, que más que nunca es necesario proporcionar una formación ética y moral. Dar ejemplo de honestidad y transparencia en la gestión de actividades públicas, aparte de ser un signo caballeroso, es también un deber ciudadano y de coherencia humana.

El fenómeno de la corrupción, que siempre es verdad que ha existido, pero que ahora alcanza unos horizontes que nos ha globalizado el mundo, no conoce límites políticos, ni geográficos y tiene vigencia en todos los sectores sociales. La práctica del oscurantismo y la cultura de la corrupción galopan a todo tren, sin perder raíl. La legalidad suele quedar en el espíritu de la ley, en el sueño del legislador. Los gobiernos podridos dislocan la paciencia y degradan todo lo que pillan a su paso. Sin duda, el mejor presupuesto de Estado es aquel que castiga, caiga quién caiga, las prácticas corruptas y que, al mismo tiempo, incentiva los comportamientos honestos sea quién fuere.

También en España
Volviendo los ojos a nuestra madre patria, donde sienta cátedra la tele y los chismes son un bosque prodigioso en el que se bañan mil ojos a diario. Pues, aunque suene a corazón sin alma, considero que es muy importante poner al corrupto en la nómina mediática, que lo conozca el pueblo y lo reconozca en su vergonzosa hazaña, para que la ciudadanía puede enjuiciarlo como lo que es, como un ilícito que cabalga a cuerpo de rey y con una cara de nicotina rancia impresionante. Hay que obligarle, dando luz a su ilegítimo patrimonio por si la ley se duerme en los laureles de la inercia, que meter la mano donde no se debe, aparte de que debe estar mal visto, algo que espero lo consiga la nueva disciplina de Educación para la Ciudadanía, conlleva reparar el daño de lo causado por su maldad y, sobre todo, reponer lo raptado injustamente. No vean el superávit tan grande que entonces tendríamos en las arcas de todos y de nadie, para hacer de verdad políticas sociales y no políticas migajas como se vienen haciendo ahora.

No pocos políticos cuando llegan al poder lo primero que hacen es subirse el sueldo y mejorar la vida de sus allegados y afines, sean de sangre o de partido. Que sus votantes respiren para que puedan seguir votándole, esa es la voluntad de algunos mediocres vestidos de político, que no saben hacer otra cosa que vivir del cuento. Por no tener no tienen ni vida laboral. Desde luego, hace falta como agua de mayo poner unas gotas de pureza en el hedor de los sobornos. Parece que la UE va a actuar con mano dura, que no es otra cosa que pedir transparencias financieras. Así, las políticas de gastos definidas para el periodo 2007-2013 hacen hincapié en los objetivos de crecimiento y empleo, así como en las nuevas orientaciones políticas relativas, por ejemplo, al establecimiento de un espacio de libertad, seguridad y justicia; pero a renglón seguido expresa que los ciudadanos deben tener la seguridad de que el gasto público europeo -también a escala nacional y local- se destina a sus propias prioridades y de que los fondos confiados a la UE son gastos correctos. Confiemos que esta disciplina financiera se imponga en el currículum político y que, tal y como está el patio de corrupto, se constituya una autoridad internacional contra los despilfarradores y desfalcadores de lo ajeno, que trincan sin apenas sonrojarse.
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