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Los veranos de la Sierra (II)

Collado Villalba 1903

 Collado Villalba 1903

El cuartel general de la gente forastera eran los ‘hotelitos’ de la Colonia ‘Mira Sierra’

lunes 13 de junio de 2016, 20:50h
Hoy, como segunda entrega, de “Los Veranos de la Sierra”, nos trasladamos a Villalba (año 1903) de la mano del escritor madrileño Enrique del Rey y de sus relatos referidos con todo detalle a sus estancias y numerosas vivencias estivales en nuestra comarca a principios del siglo pasado.
“Prescindiendo de los aristocráticos atractivos -escribe del Rey- que tienen los veraneos en Biarritz o en San Sebastián a donde acude la gente del gran mundo en busca de un medioambiente que sea continuación de aquel que, en la Corte respiran durante el invierno, los meses caniculares, según mi humilde entender, transcurren más agradablemente en parajes tranquilos que en las playas del Norte, centro y emporio.

Los pueblos de la Sierra, recostando sus blancas casitas en la falda del Guadarrama, ofrecen al visitante una atractiva manera de pasar los veraneos sin tener que gastar el precioso dinero en proporciones aterradoras.
¿Qué es lo que lógicamente, al menos, debe perseguirse al dejar por unos meses las abrasadoras losas de la estrechas calles madrileñas? Fresco ante todo, comodidad, reposo, oxigenación para los pulmones. Ya lo dijo el poeta: que descansada vida, la del que huye del mundanal ruido...

Tanto al privilegiado de la fortuna que hace en la Corte la vida dorada de los salones, como al trabajador intelectual que de noche y de día constantemente dejando en la batalla ilusiones y fuerzas, acomódale en extremo pasar una temporada propiciando al cuerpo y al espíritu la justa reparación que ambos necesitan al llegar las calores, que producen siempre decaimiento en la materia y desmayos en la voluntad. Es más grato sentir al despuntar la aurora el canto de los gallos que escuchar de madrugada la voz del croupier que nos invita a “hacer juego”; y resulta más agradable y hasta más positivo irse de merienda al caer la tarde en compañía de unos buenos amigos, que jugar a ‘caballitos’ o bailar cotillones: El Espinar, Cercedilla, Los Molinos o El Escorial y, sobre todo Villalba, préstense a la maravilla para pasar el verano de un modo ocioso y delicioso.

Villalba y la Colonia Mira Sierra
El verdadero pueblo de Villalba, formado por no más de un ciento de viejas casucas agrupadas en torno a un vetusto campanario, lo que constituye, llamándole así, el cuartel general de la gente forastera que veranea en Villalba, es el numeroso grupo de lindos ‘hotelitos’ construidos en una pequeña colonia bautizada con el bonito nombre de ‘Colonia Mira Sierra’.

Son los expresados hoteles, una viviendas de campo verdaderamente atractivas, muy bien orientadas, pequeñas, aseadas, y con jardín, gallinero, pozo, terraza, prado y cuanto es útil y agradable para la vida campesina.

No porque los veraneantes de Villalba, en mi concepto muy acertadamente, vengan al pueblo a hacer como hacen, una vida higiénica, dejan por eso de divertirse, uniéndose las familias para marchar por la tarde de excursión a los preciosos alrededores que tiene el pueblo, reuniéndose por las noches a cantar y bailar en los cómodos alojamientos de los que poseen casa propia que, como es natural, están rodeadas de confort.

En Villalba, como en todos los pueblos cercanos a Madrid, veranean muchas familias cuyos jefes no pudieron abandonar sus negocios de la Corte; van y vienen de viaje con mucha frecuencia. Algunos todos los días. Y es curioso ver, particularmente los sábados un interesante grupo de señoras que con los pequeñuelos agarrados a sus faldas esperan reunidas la hora de la llegada de los coches expreso, el regreso de sus esposos. El tren en el que vienen estos, se llama por aquí ‘el tren de los maridos’.

La Sierra y la salud de los niños
La vecindad de Villalba con El Escorial y Guadarrama a donde como es sabido concurren todos los años numerosísima colonia forastera, brinda a los veraneantes de Mira Sierra un nuevo atractivo, pues no pasa día sin que se organicen diversas giras campestres, particularmente a La Porquería.

En ómnibus las señoras, los que ponen carruajes en sus coches propios, los hombres en bicicleta o a caballo, reinando el buen humor, inseparable compañero de estos bullicios regocijos, parte la caravana para regresar seis horas más tarde, después de haberse divertido mucho entre bellas damas y caballeros cumplidos. En verdad que son agradables estos paseos colectivos que se repiten en Villalba con frecuencia encantadora. Buenas meriendas, aire embalsamado de estas sanas montañas y excelente compañía ¿Qué más se puede pedir?.

Particularmente para la salud de los niños la Sierra de Guadarrama no tiene rival; vienen los pequeñuelos flacuchos, desmedrados, y a los 15 días de respirar estos aires y corretear por las eras del pueblo, parece otros, colorados y gordos. Así no es de extrañar que vengan por aquí cientos de niños que con sus juegos infantiles y sus travesuras inocentes divierten a sus papás y a la plana mayor, que al caer de la tarde toman el fresco pacíficamente sentados en un grupo de peñas, las señoras haciendo labor, los hombres fumando cigarrillos.

Noches pasadas en el lindo teatrillo que tiene en su hotel uno de los principales propietarios del pueblo, donde la gente joven de la colonia representa preciosas comedias, dando con este aliciente nuevos motivos para que todos se diviertan.

Piénsese ya este año, para finalizar el veraneo, en organizar una becerrada en la que lidiarán los toreros aficionados veraneantes.
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