El pasado domingo se celebró la primera corrida de toros de la temporada en Madrid con el desastre de los astados de “Pedrés”
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
El pasado domingo, 1 de abril, la plaza de Las Ventas de Madrid acogió la primera corrida de toros del 2007. El festejo supuso una verdadera decepción por el desastre ganadero protagonizado por los toros del maestro “Pedrés”. Nadie podía presagiar tan semejante petardo, ya que esta ganadería ha tenido una gran regularidad en los últimos años lidiando novilladas.
Ahí están los excelentes encierros en Calasparra, Guadarrama ó El Barco de Ávila, plaza ésta ultima donde incluso se llegó a indultar un novillo. Pero nada de eso sucedió en el debut de la ganadería en una corrida de toros en esta plaza. Un encierro con una fachada irreprochable, con mucho cuajo, con cinco años cumplidos y con romana, ya que cinco de ellos llegaron incluso a los 600 kilos. Pero su carrocería no pudo soportar el peso. Fueron inválidos y hasta cuatro toros regresaron a los corrales. Y si no llevaron el mismo camino los otros dos fue porque el presidente los mantuvo. Con este panorama, terminaron por salir cuatro sobreros. Dos con el hierro de Sorando, otro de Valdeolivas y uno más de Julio de la Puerta. A esto hay que unir la desapacible tarde de frío y lluvia, y también el papel de los toreros, que aunque poco pudieron hacer debieron estar mucho mejor.
Manuel Amador pasó con más pena que gloria una tarde más por Madrid. Su primero fue un sobrero blando y sin fuelle de Sorando. La faena resultó deslucida porque a la apatía de Amador se unió la desbandada generalizada del público que trataba de refugiarse de la lluvia. El cuarto fue uno de los dos toros de “Pedrés” que se mantuvieron. El flojo animal se quedaba corto y embestía al paso y con desgana.
Víctor Janeiro confirmó su doctorado. El hermano menor de Jesulín se enfrentó a un sobrero de Sorando, fino y engatillado que fue manejable y que tuvo 20 arrancadas aprovechables. Janeiro estuvo digno y muy firme, trazando muletazos de mano baja y con depurado temple. Poco a poco el trasteo bajó en intensidad porque hubo varios enganchones. Todo se diluyó. El quinto fue un sobrero de Valdeolivas, muy manso y brusco con el que el gaditano no se sintió cómodo.
Álvaro Justo entró a última hora por caída del cartel de Antón Cortés. En primer lugar se las vio con un toro noble, flojo y soso de Pedrés. El de Arganda del Rey dejó retazos sueltos de calidad y buen gusto, pero todo muy desordenado y sin conseguir que la faena tomase cuerpo. Cerró la tarde un ejemplar de Julio de la Puerta con transmisión pero que desarrolló sentido. Justo comenzó bien la faena, con muletazos donde se gustó. El animal requería llevarle toreado, y el madrileño, más pendiente de ponerse bonito que otra cosa, no lo hizo. Le faltó firmeza de plantas y tragar.