Éxito y emotividad en el Festival de “Paquito”

Estoy seguro que el amigo Paquito Fernández Ochoa, allá donde esté, se sentirá muy orgulloso del festival que el mundo del toro le tributó a su memoria el pasado domingo, 25 de marzo, en la plaza de su querido pueblo, Cercedilla. Una plaza llena, donde se puso el cartel de “No hay billetes” y con muchos aficionados que se quedaron en la calle sin entrada.

Luego, la emoción del festival y las muestras de cariño de todo el mundo. Porque cinco figuras del toreo y un novillero trenzaron el paseíllo en el bello coso serrano para dejar claro lo mucho que querían a Paco. Una tarde con gran carga emotiva, con éxito en todos los aspectos. Cercedilla hizo historia en un día para la posteridad. Y todos los presentes guardan en su retina un festival de los más importantes de los últimos años. Con gran éxito de público, económico, artístico y organizativo. El cálido homenaje de todos a su viuda, María Jesús Vargas, los brindis de los maestros y la emoción estuvo latente más que nunca. Todo el mundo colaboró (toreros, ganaderos, médicos, veterinarios...) de una u otra forma, y encima los toreros se comportaron de una manera fenomenal, poniendo al público en pie en varias fases del festejo. Ponce cuajó una magistral faena; Ortega dejó pasajes bellísimos; “Fandi” movió los cimientos de la plaza, y así todos. Y como fondo la canción de Paco: “Doy gracias a la vida”...

La plaza de Cercedilla más llena que nunca. No cabía un alfiler. En escaleras, de pie... nadie se lo quería perder. El tiempo, espléndido. Era el acontecimiento del año.

El público puesto en pie aguardaba un minuto de silencio rotundo e imponente. Ortega Cano, Ponce, Liria, “Fandi”, Capea y el novillero Ismael López esperaban que rompiera el paseíllo. Todo seguido una estruendosa ovación que acrecentaba aún más la leyenda del mejor esquiador español de todos los tiempos, Paco Fernández Ochoa. Un aficionado de los de verdad, que abanderó la Fiesta allá por donde pasó. Y a continuación el homenaje póstumo. La organización hizo salir al ruedo a Chus Vargas, su viuda, visiblemente emocionada. Una placa y un ramo de flores que hizo palpitar con fuerza todos nuestros corazones. La plaza estallaba. Los toreros, uno a uno, arroparon con calor a Chus. El cariño y el amor de todos fue verdadero. Lástima que estas palabras no sean suficientes para transmitir la emoción que se vivió allí en esos momentos para no olvidar.

Luego vendrían esos brindis al cielo de Pepín, o de Ortega y Ponce a Chus. Todo fue un cúmulo de tristezas y alegrías. Por un lado, la añoranza al querido Paco, y por otro, la algarabía del festejo y lo mucho que los toreros pusieron de su parte.

Ortega Cano tuvo pasajes formidables con el novillo de Vellosino que rompió plaza. Un animal mansito y que siempre quería marcharse, pero muy dulzón en sus embestidas. De esta forma, el maestro se sintió muy a gusto y manejó el capote con mucha prestancia, así como en un torerísimo quite por chicuelinas. Con la muleta hubo pasajes de toreo despacioso y templado, rememorando el poso que aún conserva el cartagenero. Tras estocada y varios golpes de descabello, el premio quedó sólo en una oreja.

Enrique Ponce cuajó el domingo en Cercedilla la faena más importante y perfecta que se ha visto en esta plaza en mucho tiempo. Una vez más, el valenciano demostró el por qué es la primera figura del toreo y que sigue inmarchitable tras muchos años mandando. Ponce recibió de capote al precioso novillo de Sorando con unas cadenciosas verónicas que pusieron la plaza en pie. El utrero resultó bravo y bueno, aunque le faltó un poquito de fondo. Tras un emotivo brindis, Ponce comenzó la faena por bajo con majestuosidad y solemnidad. Luego, toda la labor del valenciano fue primorosa con un toreo templado y sin fisuras, mimando las embestidas con mucha elegancia y ese don que sólo tienen los privilegiados como él. El final de faena por bajo hizo que la plaza fuera un clamor. Tras estocada y descabello hubo fuerte petición de rabo. Paseó dos orejas que hubiera cortado en Madrid.

Pepín Liria no corrió la misma fortuna, ya que sorteo un ejemplar muy cuajado y fuerte con el hierro de Carriquiri que no planteó ninguna facilidad. El serio novillo sacó brusquedad y embestía con la cara alta.

Pepín, muy valeroso, le tragó con gallardía y redaños las ásperas embestidas. Como el animal transmitía, todo lo que le hizo Liria tuvo mucha autenticidad. El público le dio importancia a la faena y la pena fue que pinchó con la espada en repetidas ocasiones, por lo que los premios se esfumaron.
“El Fandi”, a quien Paco enseñó a esquiar, fue otro de los grandes protagonistas del festival. Se las entendió con un novillo de Mari Camacho, flojo de remos en los comienzos pero que fue a más en la muleta. Con las banderillas, el de Granada formó un gazpacho, poniendo al público en pie. Con la muleta “Fandi” le templó con mimo a media altura e hilvanó una labor de mérito que hizo las delicias del público. Se llevó también dos orejas con fuerza.

Pedro Gutiérrez “El Capea” estoqueó un precioso novillo de su propia divisa que tuvo mucha clase, fue muy bueno y a más. El hijo del maestro de Salamanca le templó mucho y le llevó muy largo sobre ambas manos en una faena muy ligada. Tras un espadazo donde salió prendido paseó dos apéndices.

Por su parte, el novillero Ismael López se enfrentó a un utrero de Montalvo muy manejable. Su faena fue larga pero tuvo momentos donde se gustó y compuso muletazos de mucha calidad. Metió la espada arriba y cortó el doble trofeo.

Como colofón a un brillantísimo espectáculo, los matadores estoquearon el sobrero de Martelilla de manera conjunta. Le recibió de capa Ortega, le picó en la yema “Fandi”, le banderillearon Ponce, Capea y Liria. Y le torearon Ortega e Ismael López. Le cortaron las dos orejas. Una tarde para no olvidar nunca y donde el que pagó una localidad dio por bien empleado el dinero invertido.