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Tribuna

La llegada del anticristo

Blanco Acha

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Tendemos a glorificar, demasiado a menudo, el mundo del espectáculo, y a cuantos desfilan por el camino de la ‘gloria’, hasta tal punto que ya no sabemos distinguir entre realidad y ficción. Qué sería de las estrellas que en la pasarela de las vanidades lucen como astros, sin la mirada y sin la admiración del diminuto e invisible espectador.
El ciudadano de a pie, dicho sea de paso, aclama con demasiada efusividad a un mortal que como profesional debe hacer su trabajo lo mejor posible aunque su labor no es mejor ni más grande que, por ejemplo, la de un albañil que destroza sus manos para construir nuestras viviendas, o la de un marinero que trae hasta nuestra mesa lo mejor del mar, o la de un médico que cura nuestros cuerpos, o la de un psicólogo que con gran paciencia consigue volver a llenar de esperanza nuestras destrozadas almas.

El lujo, la apariencia y la belleza efímera nos deslumbran, y nos llevan a cometer el sacrilegio de adorar a dioses de pacotilla, y a ignorar o pasar de largo cuando el reflejo del otro, el del amor, el de la claridad o el de la inteligencia, asoma en nuestras vidas. Véase la polémica creada por el conocido director de cine, James Cameron, el de Titanic, con su documental La tumba perdida de Jesús, con el que pretende darnos su particular asignatura de educación a miles y miles de ciudadanos.

Siempre me ha sorprendido que aquellos que no creen en Dios para lo bueno, o simplemente niegan su existencia, de repente ante algo o ante alguien que intenta cubrir de lodo la existencia de Jesucristo, se vuelvan los más crédulos y todo ello gracias al producto de la sociedad moderna, de cómo se transmiten las cosas y a través de falsas informaciones. Porque sin nosotros, es decir sin su público, sin sus lectores, no son más que estatuas de barro adornadas para la ocasión, para deslumbrar a aquellos que no tienen capacidad crítica para separar y asimilar la información que entra hasta las entrañas. Incluso estoy seguro que nos quieren hacer creer en su verdad, como si fuéramos imbéciles que se mueven ante los pinochos de turno. Verás, amigo lector, como a partir de ahora nos empiezan a llover los titulares de los aprovechados de aquí, que también gustan de llenar sus bolsillos con la promoción de este tipo de artimañas. Tiempo al tiempo.

Y es que hemos llegado a una fase en la que todo vale con tal de que el becerro de cubra de oro. A la vista está que los libros más vendidos, son, qué casualidad, aquellos en los que se pone en tela de juicio no sólo la existencia, sino la castidad de Cristo. Incluso algunos no perdonan que María Magdalena optase por abandonar la vida licenciosa para abrazar la santidad.

En verdad, empiezo a creer que el anticristo no sólo ha llegado sino que está a punto de tragarnos. La grada está llena y el espectáculo puede dar comienzo en cualquier momento.
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