El mundo del toreo llora la muerte del maestro José María Manzanares
viernes 31 de octubre de 2014, 02:29h
El maestro José María Manzanares ha muerto, uno de los toreros más artistas y representativos de la última época se ha ido para siempre. La triste noticia saltaba el pasado martes 28 de octubre, cuando el maestro fallecía en su finca de Cáceres, a los 61 años de edad, a causa de una muerte natural. De hecho, la noche anterior estuvo hablando con su nieto y despidiéndose de su hijo, de su mismo nombre, también figura del toreo, que partía rumbo a México para torear este domingo.
La capilla ardiente estuvo instalada por expreso deseo de sus familiares -cuatro hijos, dos varones y dos mujeres- en la plaza de toros de su ciudad natal, Alicante, donde una fotografía vestido de torero recordaba su figura junto al féretro.
Los aficionados congregados en las inmediaciones de la plaza de toros recibieron el coche fúnebre con los restos mortales de José María Manzanares a gritos de ¡torero! ¡torero! Durante la jornada del miércoles, se formaron largas colas de aficionados para rendir homenaje y despedir a uno de los diestros más importantes que ha dado la Tauromaquia contemporánea.
Por expreso deseo de la familia, el funeral estaba previsto que se celebra ese ayer, jueves, en la más estricta intimidad, en la concatedral de San Nicolás de Bari de Alicante. Posteriormente sus restos serán trasladados a un panteón familiar. Un luctuoso final que ha tildado de luto y conmoción al mundo del toro, se llorará su muerte durante mucho tiempo.
35 años como matador
José María Dolls Abellán, José María María Manzanares padre en los carteles, hijo del que fuera banderillero Pepe Manzanares, nació el 14 de abril de 1953 en Alicante. Debutó como novillero el 24 de mayo de 1970 en Benidorm, tomando la alternativa el 24 de junio de 1971 en Alicante, de manos de Luis Miguel Dominguín y con El Viti como testigo. Confirmó alternativa en Las Ventas el 18 de mayo de 1972, con Palomo Linares como padrino de ceremonia. La afición de Madrid fue muy hostil con el alicantino, aunque acabó rindiéndose a su toreo. Como aquel San Isidro de 1993, cuando cuajó una excepcional faena a un toro de González Sánchez Dalp. Una faena histórica y torerísima que le valió para cortar las dos orejas y abrir una puerta grande que se le resistía. Fue torero consentido de Sevilla, y cuajó grandes actuaciones en plazas como Bilbao, Santander, Valencia o Alicante. En su destacada carrera hubo varias retiradas y reapariciones, aunque definitivamente se cortó la coleta el 1 de mayo de 2006 en La Maestranza. Fue su hijo, José María, quien entre lágrimas realizó este gesto antes de que su padre fuera sacado en hombros por la plaza sevillana, que siempre le tuvo por diestro querido y muy admirado. Los toreros se lanzaron al ruedo para auparle.
No han faltado las muestras de cariño y sensibilidad por la desaparición del torero de Alicante. Enrique Ponce, amigo personal y del que aprendió tantas cosas, El Viti, Roberto Domínguez o Dámaso González, entre una larga nómina, han tenido bellas palabras y la emoción para recordar su figura.
Torero de empaque y clase
José María Manzanares creó un estilo propio. Abanderado de la clase y con una forma tan personal que marcó una escuela. El manzanarismo tuvo muchos partidarios y su elegancia y suavidad manejando las telas, su gran empaque y porte fueron algunos de las señas de identidad de este gran artista que nos ha dejado para siempre.
Fue torero de toreros. Un genio con sus perfecciones y también con sus desigualdades, como tienen todos los grandes de la historia de la Tauromaquia. Marcó una forma de torear y posiblemente no habrá habido un torero de esa clase en los últimos 45 años. De personalidad abrumadora, con un carácter indómito y con ese punto de bohemia tan propio en los grandes del toreo. Tan fiel a su manera de hacer que deja el testigo en su hijo, que sigue la pauta de su padre. Acompañar con el pecho, la cintura, el compás marcado, la muñeca hasta el más allá y el temple y don de los que nacen para ser lo que son. Un maestro con vitola y sello propio. Eterno por siempre.