Indulto de un toro de Mayoral por capricho y de forma bochornosa
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Hubo que esperar hasta el último festejo de la feria de Valdemorillo 2007 para asistir, con gran diferencia, a lo más destacado del abono. Hasta el pasado domingo, 11 de febrero pocas cosas brillantes se habían podido ver. Sucesión de toros aborregados y sin fuelle, toreo vulgar y ventajista y un gran porrón de orejas motivadas por la excesiva generosidad del público y la bondad de la Presidencia, que desde el primer día se había unido al jolgorio. La feria había trascurrido entre dos aguas porque las muchas orejas concedidas no pueden maquillar un ciclo barato de carteles y con actuaciones de toreros que no pasaran precisamente a la historia.
El pasado domingo 11 se lidió un encierro santacolomeño de Pablo Mayoral de lo más interesante para el aficionado. Todo un experimento por parte de la empresa que hay que reconocer que salió muy bien. Un encierro sin exageraciones, pero muy entipado y serio, tanto por la expresión de sus miradas como por las puntas que lucieron. El trapío no son los kilos, sino su conjunto.
Bochornoso indulto
Pero todo iba fenomenal hasta que al presidente y a cuatro palmeros se le ocurrió la “genial idea” de indultar al cuarto toro de la tarde. Pero ¿dónde vamos a llegar ya? Un verdadero bochorno y un desprestigio absoluto. Fue inadmisible y terminó por cabrear al público ante un suceso tan injustificable. Una vuelta al ruedo hubiera sido el justo galardón para el toro. Y este indultó tan absurdo lo único que hizo fue tapar la buena nota de la corrida lidiada, ya que se ha hablado más de esta parodia que del resto del festejo.
El toro había sido bravo, tenía raza y tuvo picante y transmisión. Pero también arrastró dos defectos muy graves e imperdonables en un toro que recibe el perdón de su vida: le faltó duración y se acabó muy pronto, ya que se orientó (defecto del Santa Coloma). “Negrote” fue un toro que tomó dos varas. Recargó en el primer encuentro y manseó en el segundo. En la muleta, como decimos, repitió con motor las embestidas. López Chaves estuvo fenomenal con él, dándole la distancia justa, la que el toro pedía y cuajando tandas de enorme mérito, con muletazos muy largos donde llevó muy embebido al animal. La obra del de Salamanca rayó a gran altura y a muchos toreros me hubiera gustado ver con un toro así. Todo lo hecho por el torero fue auténtico e importante.
Al irse a por la espada, cuatro palmeros que estaban junto a la Presidencia comenzaron a solicitar el indulto. Se formó un gran revuelo. Había más discrepancia que otra cosa. Chaves quiso darle una tanda más que “Negrete” no admitió porque se había acabado; medía y cortaba. Se demostró claramente que el toro no era merecedor del premio. En vez de matarlo, provocó al personal y al final terminó por volvérsele en su contra. La Presidencia metió la pata hasta abajo, y el toro volvió a chiqueros entre la bronca más gorda vivida en una plaza de toros en un suceso así. El público, molesto y engañado. Al final, López Chaves tuvo que arrojar las dos orejas y rabo simbólicos otorgados porque el público le pitaba. Entre tanto, los políticos se abrazan y daban botes de alegría. Sólo les importa el triunfalismo venga por la vía que venga. Con su primero, Chaves, lo había intentado con firmeza ante un toro incierto y que no regalaba nada.
Pero este hecho no debe empañar la gran tarde que dio Fernando Cruz. No sería justo. Es el triunfador moral de la feria. Se fue sin orejas, pero no importó. Dio una vuelta al ruedo con más verdad y peso que todos los trofeos concedidos. Fue ante el tercero, un animal encastado, con poder, con un punto de emoción bárbara. Fernando le toreó pausado, desmayado, con una firmeza y un aplomo que asustaron. Con un buen concepto del toreo, de muleta planchada y cite cruzado y todo a un toro fiero, de los que todo lo que se le hace tiene aún más mérito.
Varios muletazos fueron primorosos. El toro reponía y se revolvía y Cruz dio una lección de querer ser figura. ¿Se puede pedir más? Sí, que le hubiera matado para triunfar. Con el toro que cerró plaza, el madrileño no se descompuso a pesar de los muchos problemas planteados por un animal muy a la defensiva.
Julio Pedro Saavedra estuvo muy desdibujado toda la tarde y se le notó mucho el hecho de haber estado parado todo un año. Su primero fue un toro excelente, con temple y más fácil para el torero que otros. Un toro con fijeza y repetición con el que no se entendió. El quinto fue muy manso en los primeros tercios, pero llegó muy manejable al último. Saavedra no encontró el camino del éxito y se le vio sin sitio y sin facultades. Fue abroncado.
Petardo de los “pedrajas”
Un día antes, el 10, se lidió una decepcionante corrida de María Luisa Domínguez y Pérez de Vargas. Dio pena ver a una ganadería tan dura y encastada como era y que hoy por hoy huele a podrida. Era algo previsible. Ojalá que los “pedrajas” se recuperen, pero acusan una mansedumbre, flojedad y una falta de casta galopante.
Fue un festejo plúmbeo a pesar de las orejas y del ambiente tan festivalero y amable vivido en la plaza.
Iván García se llevó tres orejas, aunque si nos ponemos serios sólo mereció una de su primero. A éste le recibió con unas verónicas muy buenas para banderillearlo con más ligereza que otra cosa. En la muleta el toro fue el menos malo y García optó por la vía del aplauso fácil. La oreja del sexto fue irrisoria ante un toro flojo y descastado.
También paseó una generosa oreja Luis Miguel Encabo del manso cuarto por mostrar tesón, mientras que con el inválido primero, que debió ser devuelto, nada pudo hacer. Antonio Barrera dejó ante el quinto los mejores instantes de la tarde. Un toro bravo en los primeros tercios pero que duró un suspiro y se paró. Fallo con los aceros y se fue de vació. Con el rajado segundo, abrevió.