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Tribuna

Navidad

María José García

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Es evidente que el mundo cristiano, pese a estar cada vez más carente de los principios humanos que siempre le han caracterizado, aún se resiste a desprenderse de algo tan entrañable como es la Navidad. Y es lógico que lo que durante siglos ha sido respetado, no pueda pulverizarse de buenas a primeras, aun reconociendo la perseverancia que algunos insensatos vienen poniendo en el empeño últimamente.
Nochebuena, palabra mágica capaz de poner freno durante unas horas a los conflictos bélicos, a las luchas fraticidas, a las tensiones políticas e incluso a las diferencias familiares, nos va a permitir un año más hacer una parada en el camino para compartir mesa, solidaridad y alegría con nuestros seres más queridos.

Es cierto que aún hay quienes, quizás por suficiencia, escepticismo o simple obsesión, rechazan lo que califican de sentimentalismo trasnochado. Es como un repudio que tienen por causa - o al menos eso es lo que a mí me parece- una fortaleza que se alía a frías convicciones que excluyen sin reservas ese sentimiento tan humano que califican de estéril y decadente debilidad.

Para ellos, la Navidad es una tradición vacía de sentido, una fiesta desnaturalizada, pues a fin de cuentas desde hace tiempo han perdido sus afectivos valores humanos y espirituales.

Todo lo contrario sucede entre los hombres que ahora son denominados débiles, todo un contrasentido puesto que éstos suelen ser más fuertes en la fe. Para este amplio colectivo la Navidad es, no un símbolo vacío, un espejismo creado por la fantasía y la necesidad de sueños necios; sino raíz honda transmitida, sustancialidad que, en el alma del hombre, aflora, fortalece y fija ese ámbito primario llamado familia.

Respetando los criterios dispares de unos y otros, no nos podemos resistir a hacer una invitación a todo ese colectivo cristiano que puja por la primacía de la razón, para pedirles que echen una ojeada hacia ese preocupante horizonte social y observen con detenimiento las evoluciones que tienen lugar en ese tenebroso escenario de la vida por el que desfilan constantemente sin rumbo familias destruidas por la droga, matrimonios rotos, hijos abandonados, padres que buscan a sus hijos, prostitución, delincuencia, envidias, enfermedades, violencia social y terrorismo, entre otros.

Porque al margen de unos más o menos profundos sentimientos, existe un mundo marginado, triste, falto de incentivos y lleno de miseria para el que la Navidad no es más que una fecha en el calendario pintada de rojo.

Pienso que ha llegado el momento de no matar los recuerdos de años pasados y abrir un esperanzador compás de espera hacia los que han de venir. Y para ello es necesario que todos aportemos nuestro granito de arena. ¡Feliz Navidad!.
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