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Videla: un dictador sin escrúpulos

POR: A. Cuevas - Escritor argentino

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
No todos los genocidas mueren en su cama, en Palacio, con todos los honores que establece el protocolo correspondiente; ni tampoco mueren en un exilio dorado con todos los lujos posibles. En Argentina hace poco más de un mes falleció Videla en un penal, en una cárcel para presos comunes, en una celda individual, con la asistencia médica adecuada y pudiendo asistir a misa todos los días. Ha muerto fiel a su ideología y negándose a colaborar con la Justicia. Una de las Madres de Mayo dijo cuando se enteró de su fallecimiento, “se mueren los genocidas y no se van abriendo los archivos”. La última persona que lo vio vivo fue un celador. Videla, dijo, estaba sentado en el inodoro.
El diario porteño ‘Clarín’, vocero de la derecha, no dudó en publicar que “Videla contó con el apoyo de una gran parte de la Iglesia argentina, ligada desde los siglos de los siglos al poder militar, que no solo brindó consuelo a los torturadores, sino que les permitió presentarse como soldados de Cristo sin que en ningún momento alzase su voz, tenue para que no quedara registro alguno sobre los crímenes del proceso y el asesinato de monjas, sacerdotes y obispos”
En una declaración a ‘Cambio 16’ Videla dijo que “la Iglesia cumplió con su deber, fue prudente... Mi relación con ella fue excelente, mantuvimos contactos muy cordiales, sinceros y abiertos”. Además, el dictador contó con más apoyos, especialmente con el de la oligarquía de la Pampa Húmeda, es decir, las grandes empresas y multinacionales; y esto sucedió también durante los años de la dictadura y en los momentos más sangrientos. En el año 1978 se instaló en la provincia de Salta, “la Moraleja” de Sanchís y Bárcenas. Al parecer no encontró lugar más adecuado para invertir el dinero que había ganado..

El régimen recibió adoctrinamiento por parte de la Seguridad Nacional norteamericana y la Escuela Francesa de la Guerra de Argelia (recientemente el presidente de la República Francesa pidió perdón a los argelinos). Otra dictadura argentina, en los años treinta, simpatizante de Mussolini, fue la que inventaría la famosa ‘picada eléctrica’.

La presidenta de las Abuelas de Mayo, Estela de Carlotto, manifestó no hace mucho tiempo que Videla “murió sin colaborar con la justicia. Nunca se arrepintió de los crímenes cometidos”. Carlotto recientemente viajó al Vaticano para entrevistarse con el Papa Francisco quien le prometió abrir los archivos. Treinta años después del fin de la dictadura, que se dice pronto. Es de esperar que el Papa cumpla ahora con lo prometido y que previamente la Curia no haga una selección conveniente para sus propios intereses.

El dictador Videla murió sabiendo quienes eran sus enemigos. A ‘Cambio 16’ le aseguró que su peor momento llegó “con los Kirchner” y hasta llamó a tomar las armas para derrocar a Cristina Kirchner. Murió exigiendo un nuevo golpe de Estado. Es significativo, por otra parte, que todos aquellos que fueron sus cómplices no lamentaran su muerte, ni siquiera el padre de la actual reina de Holanda, que durante la dictadura desempeñó el cargo de Secretario de Estado.

La justicia argentina en uno de los numerosos juicios celebrados contra el dictador y genocida, probó que Videla era responsable de 66 homicidios doblemente clasificados, cuatro torturas seguidas de muerte, 93 torturas, 306 privaciones ilegales de la libertad y 26 robos de niñas y niños. En estas circunstancias no podía faltar la voz del juez Baltasar Garzón: “En Argentina hay justicia, aquí, en España, homenajes a la División Azul”
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