Uno de esos amigos es Rodrigo Ares, compañero de fatigas en los entrenos, en las populares y en los Campeonatos de España de veteranos. Rodrigo, un corredor más joven, de gran progresión en los últimos años, casi siempre aparece como coartada en sus hazañas: si en Vallecas Cuadrillero dijo que cogió el dorsal de la Internacional “para acompañar a ‘Rodri”, esta semana vino a decir lo mismo cuando se apuntó a la Tragamillas. También, que sentía obligación moral de corresponder a la organización por el cariño mostrado en la presentación de la carrera, y que trataría de no forzar, con el Europeo de San Sebastián a 15 días vista. “Si disputo afectaría a la preparación, pero debo estar en la salida, la organización se lo merece. No sé hasta dónde llegaré. Voy con Rodrigo al 3.000 de Zaragoza y no hay margen para recuperar bien. La Tragamillas es además una carrera que te deja destrozado si vas a tope”.
Eso decía el jueves previo a las carreras. La realidad no fue otra que la de otro fin de semana memorable. Ganó la Tragamillas con el primer récord del nuevo recorrido, 1:08:56 horas (3:16 minutos por kilómetro), y se impuso en Zaragoza en el Campeonato de España de 3.000 lisos, con 8:42:57 minutos, a 2:54 minutos el kilómetro y doblando a la medalla de plata, el atleta de Caja Canarias, José David Reyes. Todo en 24 horas y un viaje de más de 700 kilómetros de por medio, pasando de la pista cubierta más pequeña de España al terreno mixto de la Tragamillas.
En Villalba sólo fue fiel a su idea de no entrar en el “ritmo marroquí”. Cuadrillero conocía bien a Hafid Mhamdi, el atleta llamado a suceder al tricampeón Youness Ait Hadi, ausente; una máquina de los ritmos imposibles con una mejor marca de 1:02 horas en medio maratón. La primera vuelta a la Dehesa pareció sentenciar la carrera. Hafid volaba y tomaba casi el medio minuto de ventaja al selecto grupo de Cuadrillero, con Jorge Belinchón y José Irurozqui, otro corredor de gran calidad en la distancia. Muchos dieron por sentenciada la carrera, hasta que la ventaja del marroquí empezó a menguar mediada la prueba. “En el tramo nuevo de tierra del Polígono (junto a la vía de Segovia) iba con un ritmo de 3:20, porque está irregular, pero al salir al asfalto pasas a 3:05 sin hacer un cambio”. Roberto Sanz, otro de sus grandes amigos, le alentaba desde la bicicleta y le ofrecía referencias de que por delante Hafid perdía ventaja. Entonces, sucedió. Cuando la carrera dejó la calle Real para enfilar la subida de Honorio Lozano, Cuadrillero ganó la referencia visual del marroquí y se fue a por él. En lo más duro, llegando a Montenebros, consumó la caza. “Supe que no debía quedarme con él, que tenía que atacar. Él no iba bien. Jadeaba mucho y no era normal en un corredor de esa categoría”. Y Cuadrillero se fue, aguantando el dolor de cadera que le tortura cuando va cuesta arriba y del que se tiene que tratar esta semana. Atrás, Hafid se desplomó sobre el asfalto, víctima de un posible problema respiratorio que obligó a su traslado al Hospital Puerta de Hierro. Ajeno al drama, el campeón de Guadarrama se fue hacia la victoria y tuvo tiempo de saludar a la gente en la última vuelta a la Dehesa. Entró en meta con el récord y el calor del público, con minuto y medio de margen sobre Irurozqui y más de dos sobre Belinchón, palabras mayores. Un poco más atrás, sus amigos del Club Atletismo Guadarrama completaron la exhibición, con Rodrigo Ares (4º), su primo Fernando Felipe Cuadrillero (5º), Juan José Rodríguez (8º) y Salva Díaz Barranco (9º). La escolta de un campeón memorable, del hombre que funciona por sensaciones y que se empeña en desafiar a la lógica.
(Ver clasificaciones en www.latragamillas.com)