Demasiados culpables
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
La pregunta es: ¿Qué es un país próspero y digno? Cada quien imagina el suyo y lo hace a la medida de sus necesidades y sus sueños, sus anhelos y esperanzas. Por eso hay paises tan distintos en los corazones de las gentes.
¿Cómo me lo imagino yo? Sin pretender ser exhaustivo diré que un país digno, en mi particular imaginario, es aquel que me permite vivir en buena casa y que, cuando abra las ventanas, vea casas más o menos como la mía, con independencia de quienes la ocupen. País digno es aquel en el que si a mi vecino, que trabaja a jornal manejando un tractor, le diese un infarto, la ambulancia o el helicóptero que viniese a evacuarlo tardase menos de veinte minutos en llegar al hospital después de haber recibido el aviso y lo atendiese el mismísimo equipo médico que lo hiciera con un político, por poner un caso.
País es aquel en el que la enseñanza es libre y gratuita, a diferencia de como era cuando yo cursé el bachillerato -entonces había un instituto por ciudad importante y una universidad a la que sólo acudían los más ricos-, ni siquiera y siempre los mejor dotados.
Todo eso y aún más cosas configuran un país digno y próspero ¿Lo tuvimos? Sí ¿Lo disfrutamos? Sí ¿Abusamos del privilegio de vivir en él en tales condiciones? También. Nos lo hemos cargado entre todos. Unos con más responsabilidad que otros, es cierto. Pero como aquí somos todos ya mayores que cada uno le vaya poniendo el cascabel a su propio y doméstico felino.
No han sido solo los inmigrantes abusones trayendo a operar padres, tíos , primos y sobrinos y demás familia en un alarde de exigencia y aprovechamiento comprensible en su ejecución, incomprensible en su consentimiento. No han sido solo los turistas con posibles que ingresaban por urgencias “aprovechando” el veraneo y se operaban de lo que no les operarían en sus países. Tampoco han sido únicamente los extranjeros residentes en el país pero cotizantes en los suyos respectivos; a ello ayudaron las leyes permisivas y el buenismo social reinante. Nos lo hemos cargado también nosotros colapsando los servicios hospitalarios de urgencia por una simple gripe o por un atroz dolor de muelas, por el uso y abuso de las ambulancias, por el ejercicio abusivo del derecho a las medicinas gratis.Y no hablemos de las multinacionales farmacéuticas, ni de la banca que las hizo. Hay un largo etc.etc.etc. que todos conocemos y, a la vez, todos ignoramos, todos silenciamos. Todo eso ha coadyuvado a que ahora asome la miseria.
El problema es que no de la impresión de que se esté parado su avance, más bien al contrario. Ojalá yo esté equivocado, no tengo ningún interés en acertar. Pero ¿se está acertando? ¿qué dicen los datos? ¿Qué la oposición, qué el Gobierno? ¿qué es lo que vemos a diario? ¿Hasta cuando?
Alfredo Conde (*).- Escritor. Premio Nadal y Nacional de Literatura