Hay que volver a empezar
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Lamentablemente pocos se van a sorprender si decimos que en esta España del siglo XXI hay casi doce millones de personas en riesgo de pobreza o exclusión social, un problema que desde los inicios de la crisis económica ha ido cogiendo forma, según se desprende de un informe presentado por Cáritas, que dice que la pobreza en nuestro país es más extensa, más intensa y más crónica que nunca.
Esta es una de las conclusiones del estudio de ‘Exclusión y Desarrollo 2012” elaborado por la fundación ‘Foessa’, en el que se expone que el porcentaje de hogares españoles que están por debajo del umbral de la pobreza es del 22 por ciento. Además, uno de cada cinco hogares (25 por ciento) está en situación de riesgo. Este informe también recuerda que España es uno de los países europeos con mayor tasa de pobreza, solo superada por Rumanía y Letonia. La UE ha informado al respecto que en nuestro país es donde más aumentó la pobreza en 2010. “Ello es consecuencia del incremento constante de la desigualdad y la brecha salarial que existe entre ricos y pobres y que se ensanchó muchísimo al principio de la crisis y ahora amenaza con seguir aumentando, lo que provocará la polarización de la sociedad”, señaló Sebastián Nora, secretario general de Cáritas.
Pero aún hay más: un tercio de los hogares españoles tienen dificultades serias para llegar a fin de mes y la tasa de desempleo de la persona que más dinero lleva al hogar es del 19 por ciento, lo que supone un máximo histórico. Las familias con gente joven y menores son los más afectados. “Ahora, dijo Sebastián Mora, hay más pobres, y son más pobres que el año pasado”. Y las cifras le dan la razón: el umbral de la pobreza (que se calcula en base a la renta media) en 2009 estaba en 8.000 euros y ahora en 7.800. Este informe de Cáritas también muestra la diferencia territorial. En Navarra, por ejemplo, el índice de pobreza es del 7 por ciento y en Extremadura del 38. Los datos señalan también que hay un ligero descenso en la tasas de pobreza en Galicia y Castilla y León debido a la existencia de un alto porcentaje de personas mayores cuyas pensiones no han variado, frente a otras autonomías más afectadas por el desempleo.
Cáritas atendió en 2010 a un millón y medio de personas, un 20 por ciento más que el año anterior. La organización prevé que habrá un aumento similar en las cifras de este año. El futuro no se presenta nada halagüeño, sobre todo si se cumplen las advertencias realizadas por la CE en el sentido de que la crisis está generando una nueva clase social, concretamente la de los llamados “trabajadores pobres”, es decir, la de aquellos a los que tener un empleo no les va a librar de la miseria.
Los nuevos pobres y los abuelos
Como la crisis viene de largo y parece ir para largo, muchas familias ya han agotado o están a punto de agotar las ayudas estatales que veían percibiendo. De hecho 580.000 no han tenido ningún tipo de ingresos en 2011. Esto no quiere decir que los nuevos pobres sean indigentes; tampoco analfabetos. El nivel de estudios es de formación profesional o secundaria, aunque muchos dejaron pronto el instituto para subirse al andamio. Entre las muchas personas que se ven obligadas a acudir a los comedores sociales o hacer colas ante los bancos de alimentos, hay hombres separados que se han quedado sin empleo o no pueden afrontar el pago de una pensión a su ex-cónyuge; o mujeres con cargas familiares no compartidas y parejas jóvenes sin hijos. Y es que la supervivencia de la familia, la cédula básica de la sociedad, está en juego.
El impacto brutal de la crisis es tal como para permitirnos ver que uno de cada tres abuelos españoles ayuda a mantener a sus hijos en paro y a sus nietos con sus pagas que muchas veces apenas superan los 400 euros al mes. La solidaridad familiar todavía consigue que gran parte de la bolsa de pobreza siga ‘siendo invisible’. Pero este bote salvavidas también se está hundiendo porque una de cada cuatro personas en riesgo de exclusión ya no tiene un pariente que le ‘eche un cable’. Y todo esto acontece cuando trabajar por cuenta ajena resulta cada día más difícil; montar un negocio casi es un suicidio. Los bancos, con el beneplácito del Gobierno, siguen siendo reacios a dar créditos, pues les resulta mucho más rentable invertir en bonos y deuda pública que en hogares y empresas. El 11 por ciento de las pymes no consiguen financiación y más de 100.000 autónomos se han dado de baja en el último año. Además, medio millón de extranjeros se han marchado a sus países de origen y unos 70.000 españoles, la mayoría menores de 45 años, han emigrado al extranjero.
Ante tan preocupante panorama no es extraño que se hayan disparado las depresiones entre los desempleados y lo que resulta más inquietante es que todo un país haya entrado en un bucle de pesimismo, una situación bastante equiparable, dicen, a la que vivió la Generación del 98, cuando se perdieron las últimas posesiones de Ultramar y España tuvo que mirarse al espejo y reconocer que ya no era una superpotencia. Es hora, pues, de volver a hacer lo mismo y aceptar de una vez por todas que el sueño de opulencia que vivimos durante la época del ladrillo no fue más que una ficción o un simple espejismo... Y, claro, volver a empezar.