Sólo un reflejo del pésimo gusto
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Vaya la que se ha armado con el uniforme olímpico que vestirán nuestros atletas en los Juegos de Londres. Que si no puede ser más hortera, que si es ‘choni’, que vaya vergüenza, que con los modistos que tenemos en nuestro país entregar la imagen de a los rusos... Que pobres deportistas con semejante pinta.
Debo decir que a servidora le han aterrado siempre, por simples o aduladores, o por ambos casos a la vez, esos artículos en los que nos cuentan lo que hay que hacer y lo que no; lo que te puedes poner y lo que es un horror, según los dictados de la moda. Artículos escritos mayoritariamente por aquellos que emplean con primor los usos sociales y se visten como el columnista de turno. Buscan la aprobación y reconocerse miembros de un club de ‘bocaditos selectos’.
Quizás por ese motivo me ha sorprendido que el uniforme olímpico haya causado tanta alarma. Quiero confesar que yo no sé distinguir una ropa de deporte elegante de una hortera, porque todo me parece hortera, sea del mercadillo o de marca reconocida. Sólo veo diferencia en el precio. La ropa deportiva de firma no significa que sea una ropa funcional hecha para sudar y para ganar medallas, tan solo busca una justificación a colores y hechuras imposibles. Procuran poner un logotipo en un lugar bien visible para que quien use la prenda vaya por ahí con cara de “mira lo que me ha costado”.
El caso es que no he tenido un chándal en mi vida y lo confieso sin rubor alguno. He tenido ‘puchos’ (así llamaban en mi colegio a los pantalones cortos, vaya usted a saber por qué); he tenido camisetas y ropa vieja que reservo junto a unos zapatos muy baratos. Este es el uniforme que utilizo para andar mi ciudad, un deporte de lo mas simple y económico que aprovecho ahora para recomendar a todos los lectores.
Desde luego, el que se haya escandalizado con el uniforme del equipo olímpico español es que ni se ha dado una vuelta por cualquier centro comercial de nuestro país. Basta un paseo por estas superficies para comprobar que la gente utiliza como indumentaria habitual un chándal fluorescente, sus zapatillas de punta levantadas y bien sucias, su camiseta dejando al aire -la moda es la moda- algún que otro tatuaje. Todo ello de un feísmo atronador sea de la marca que sea, cueste lo que cueste o incluso lo regalen. Y sin duda el uniforme olímpico, aun sabiendo que ha sido diseñado por modistos rusos, es simplemente el reflejo de este pésimo gusto. Entonces, ¿a qué viene ahora rasgarse las vestiduras, sobre todo los que vivimos en un país que está empeñado hasta las cejas? Al menos lo rusos, y eso deberíamos agradecerlo, nos regalan estas prendas durante tres o cuatro años. Y ya saben aquello de que a burro regalado no le mires siquiera el diente.