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Nuestra blanca palidez

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Es obvio que Halloween se ha convertido en una celebración de estética preadolescente en la que, por supuesto, participan las televisiones. Pero en realidad, regresa el terror. En época de crisis se multiplican los fantasmas y los muertos vivientes.
Los recortes nos van haciendo transparentes, hasta que desaparecemos. Por eso los poderosos y los banqueros, suponiendo que sean dos clases distintas, no nos ven. Hemos desaparecido, y regresamos a la hipoteca como seres de otro mundo, caminando entre las brumas y las tumbas que ha ido dejando el sistema financiero. No quiero ni pensar en quiénes serán los vampiros. Pero se admiten apuestas. Que las televisiones se hayan poblado de pronto de zombies y de criaturas de la noche, como decía el pasado domingo Rocío Ayuso en ‘El País’, es algo bastante razonable. En la noche vivimos. En la larga noche de los especuladores. En la larga noche de las agencias de calificación. La ficción parece recoger, con cierta ternura, ese terror ciudadano ante la incertidumbre, ante el monstruo desconocido, pues nadie sabe con exactitud quién decide el por qué de las economías. La búsqueda de ‘true blood’, como ocurre en la serie, remite de inmediato a las causas de una crisis basada en la avidez desmedida. Por eso somos seres que caminamos entre los restos del naufragio sin entender qué hemos hecho para merecer esto. Seres que llevamos las señales del mordisco económico en el cuello y en la cartera. La recapitalización bancaria es, en realidad, un eufemismo para hablar de transfusión. No queda otra solución que echarse en los brazos fríos de la economía, que resucita con señales de infinito dolor. Sangre fresca, eso es lo que quieren: ahora entendemos nuestra blanca palidez.
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