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Las prebendas de los políticos

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Nadie es perfecto. Con esta frase terminaba la mejor comedia del cine de todos los tiempos, ‘Con faldas y a lo loco’. Billy Wilder, su director, puso con ella el listón tan alto que nadie, ni él mismo, pudo superarlo. Claro que el austriaco-americano no conoció a ninguno de los políticos actuales; ni siquiera supuso que los coros de turiferarios llegasen tan lejos afirmando lo contrario; cada uno para su bolsa y el que venga detrás que arree.
Como todo aficionado sabe, el argumento de esta cinta gira en torno a la vicisitudes de dos músicos que tienen que travestirse para huir de unos gángsters en tiempos de la Ley Seca. No voy a entrar en detalles, sino recordar que un maduro millonario se enamora de uno de los protagonistas, Jack Lemon, creyendo que es mujer. Cuando éste estalla diciendo que es hombre, el viejo, impasible, dice suspirando: “Nadie es perfecto”. Y ahí termina la película, como dando media verónica mirando al tendido.

Lo paradójico de esta época, sobre todo si de política se trata, es que todos son perfectos; absolutamente todos. Luego, cuando caen, se convierten en indeseables, impunes, pero indeseables; es decir, sale a relucir lo que llevan en el fondo y que por mor de unos procedimientos nada democráticos (aunque así lo disfracen por su conveniencia), se auparon con el santo y la limosna. Es más, cuando han caído en “desgracia” son los propios conmilitones los primeros en decir lo indeseables que eran y que si habían callado era por “fidelidad al partido”.

Ya saben como recibía Roma a sus generales victoriosos. El paseo triunfal, las aclamaciones del público enfervorizado, el reconocimiento expreso del César y tras el glorificado iba un humilde esclavo recordándole que era un simple hombre y no un Dios, le repetía al oído: “Memento mori”(recuerda que eres mortal). La historia no especifica si al esclavo lo pagaban con dinero público; desde luego no formaba parte de los cargos de confianza, es decir, salía mucho más barato. A saber si en la actualidad se atrevería nadie a hacer lo mismo.

Ahora todo el mundo busca la forma de escaquearse de sus responsabilidades y no pasa como en Islandia, donde han sentado en el banquillo a su ex primer ministro, Geeir H. Haarde, por la mala gestión que llevó a cabo durante el periodo agudo de la crisis, y hasta algún político nacional se atrevió a decir en público ¡Estos islandeses están locos!. La locura no es esa, sino que en nuestro país ya no sientan en el banquillo ni a los criminales de ETA; al revés, los sientan en sillones y les dan sueldos improcedentes y escandalosos.
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