OPINIÓN
Gloria de Manzanares
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Uno de los acontecimientos de esta temporada ya tiene fecha y plaza. Las cuatro orejas y el indulto del toro Arrojado de Núñez del Cuvillo en la Maestranza de Sevilla, el pasado sábado 30 de abril a cargo de José María Manzanares, que se ratificó como máxima figura del toreo. Uno, que tuvo el privilegio de estar allí, pudo comprobar de primera mano la grandeza de la Fiesta y la emoción de un espectáculo que cuando sucede en plenitud es inigualable y no tiene comparación.
Entre tanto golfo suelto e interesado, la fuerza de la Fiesta es brutal cuando en el ruedo un torero y un toro provocan una danza llena de armonía y arte.
Manzanares paró el reloj cuajando al bravo Arrojado de principio a fin, toreando a cámara lenta en pases que perdurarán en el recuerdo.
Como siempre, el indulto de un toro levanta la polémica. Fríamente, el bravo Cuvillo pudo no merecer el indulto, pero había que estar en la Maestranza para ver la emoción que se vivía. Es el sentimiento de miles de personas. El corazón puede más que la razón y si ese era el deseo de los que estaban en la Maestranza, bienvenido sea. Esto no era la parodia que se montó en Villalba con aquel torete de Carriquiri cuando a cuatro advenedizos se les ocurrió montar un circo para que el alcalde buscara rédito político Esto nació del público, Manzanares no lo provocó.
Y entre tanto, contemplo a mi lado cómo un padre lleva de la mano a su hijo por vez primera a los toros. El niño, entre tanta emoción, entre tan buen toreo y tan caro, rompe a llorar. No era por la muerte del toro, sino porque un torero de Alicante había sido capaz de trasmitir en lo más profundo de su ser un sentimiento por culpa del buen toreo... Ahora, que se lo expliquen los antitaurinos, que quieren robar que cada cual sea dueño de sus sentimientos. ¡Viva el toreo! ¡Viva Manzanares! ¡Torero! La Fiesta gana.