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La sentencia de Simón Casas

Por ALFREDO FERNÁNDEZ
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Simón Casas es un empresario que podrá gustar más o menos, pero plantea muy bien sus ferias, hace unas combinaciones de lujo y compra en las mejores ganaderías.
Es un tipo romántico que se ha arruinado varias veces porque se juega su dinero; a veces gana y otras pierde. En este mundo del toro, entre tanto empresario sinvergüenza suelto al que sólo le interesa amasar millones a costa de subvenciones municipales desmesuradas, comprando a políticos, a ciertos medios, humillando a los ganaderos con precios bajísimos y doblegando a los toreros de medio pelo, el empresario francés merece todo mí respeto. En Valencia lo acaba de demostrar, anunciando a todas las figuras y lo mejor del campo bravo. Hace un gran desembolso económico. Se juega su dinero, su propósito es ganar, pero reparte la tarta para ofrecer al aficionado un producto de calidad.

Hace varios días, en un portal taurino, un aficionado con intención de hacerse empresario, le preguntó a Casas lo que debía tener un buen gestor. Casas respondió de forma contundente apabullante: “El empresario tiene que tener cabeza, corazón y más abajo… no hablo de los pies”.

Esas tres cualidades las reúne Simón Casas, pero me provocó una gran carcajada pensar en algún supuesto golfo del gremio. Estoy seguro que cabeza tendrá, porque ahí también está el rostro. El que posee cabeza es capaz de manipular, comprar, engañar, dar jamón por tocino y sobre todo enriquecerse a costa de “personajes etílicos” que le hacen el trabajo sucio en la barra de un bareto y bajo la plumilla de una hoja parroquial grasienta y manipulada, todo ello con altas dosis de Ballantines y cerveza de por medio.

Lo del corazón ya es otra cuestión. Al empresario que tiene alma de aficionado al final le acaba saliendo para llevar ganaderías de peso y toreros y novilleros de la primera fila. También para pagar el convenio estipulado a los que se juegan la vida y no arañar de todos los profesionales.

De lo que sí estoy seguro es que del último requisito al que entre líneas se refiere Casas no tiene ni un milímetro. Si fuera así, más de uno dejaría de estar medrando por los pueblos, comprando la buena fe y se jugaría su bolsillo en las grandes plazas como hacen los demás. Simón Casas es el reflejo de un buen empresario de este sector, frente a alguno que es el vivo ejemplo de los que están reventando la Fiesta porque sólo les importa el dinero y el poder fáctico.
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