La corrupción urbanística
Juan C. Fuentes
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
La corrupción es un cáncer que devora la economía, las administraciones públicas, la conciencia de los ciudadanos y la democracia. Por eso es tan detestable, por eso hay que combatirla sin paliativos. En las dos últimas décadas la corrupción urbanística ha proliferado hasta cotas inimaginables al socaire del boom inmobiliario.
Las recalificaciones a la carta de suelo y las modificaciones arbitrarias de los planes urbanísticos han reportado miles de millones de euros a los especuladores, y la consiguiente pedrea a muchos alcaldes, concejales y funcionarios municipales que, olvidando el deber de servicio público y de defensa del interés de los ciudadanos, convirtieron sus cargos en fuente de enriquecimiento ilícito. El mensaje que han transmitido a la sociedad ha sido demoledor: todo vale para hacerse rico, todos los políticos son unos ladrones. La corrupción ha demostrado también la perversidad del modelo económico basado en el ladrillo; algunos se han hecho muy ricos, pero no han creado riqueza y han llevado al país a la ruina. Cuando en los medios hemos denunciado estas ilegalidades los mamporreros que suelen merodear al amparo del dinero fácil -y negro- de la especulación urbanística arremetieron contra nosotros, desatando una guerra sucia para intentar amedrentarnos. Sufrimos todo tipo de amenazas, descalificaciones, investigación de nuestras vidas privadas intentando encontrar algo con que chantajearnos (el ladrón cree que todos son de su condición), querellas por injurias, etc. Ahora, afortunadamente, parece que la impunidad ante tanta corrupción y ostentación está llegando a su fin.