OPINIÓN
Jamón y mortadela
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
El jamón y la mortadela son embutidos muy diferentes. El primero tiene un precio, no se come a diario, es para paladares exquisitos; la mortadela es más vulgar, tiene otra tarifa en el mercado, es de inferior categoría. Con el ganado ocurre ser parecido. Hay novilladas de pata negra, de mortadela y de sobrasada...
Ahora que algunos teledirigidos se dedican a pregonar el precio de las novilladas de jamón de cinco jotas, convendría sacar a la palestra las cuentas de lo que valen los novillitos de mortadela que algunos encajan repetidamente en sus ferias. Es un ejercicio importante saber lo que cuesta un manjar, entre otras cosas, para demostrar la transparencia y la honradez de los que adquirieron jamón; y también saber los trucos de los que llevan toda su vida comprando embutido a precio de tocino y dando mortadela por ibérico. Llevamos todo el invierno hablando de lo tirado que esta el ganado y ha llegado Valdemorillo y Tomás Entero nos da una lección de cómo se compra mortadela baja en caloría. Todo un especialista, sí señor. Seguro que en fechas próximas publican el precio de estos saldos, ¿o quizá aquí no interese?
Como tantas veces decimos, en el precio del ganado está gran la ganancia para el empresario. Su diferencia marca un margen brutal. ¿Cuánto costó el desmochado y birrioso novillo con el que estrellaron al rejoneador Álvaro Montes en el festejo inaugural? Si hay decencia, esa porquería no sale nunca por chiqueros. No pudo valer más de 600 euros. Tampoco podemos obviar el sobrero que coló la empresa. Eso no costo nada, ni habrá factura, ¿no? A esto se llama un desperdicio, una sobra, como quieran calificarlo.
Tampoco queremos obviar la novilladita de José Cruz, buena gente, pero menguada, chica, pequeña, flaca, barata, despuntada… ¿Cuál es el precio de esa "mortadela? ¿8.000 euros tirando por lo alto? ¿La factura? ¡Qué no! A la alcaldesa podría producirla sonrojo ver a lo que puede pagar el empresario por el ganado que sale en su plaza.
Para terminar, la feria se cerró con seis erales-fiambres que habían visto el saco, pero no el pienso desde hace tiempo. ¿Nadie enseñará los números? Pongamos unos 600 euros el novillejo. Y es caro.
Queda claro que con 150.000 euros de subvención alguno puede comer jamón de Huelva, lechal de Segovia, ponerse un piso en Benidorm y hasta irse de vacaciones a las Bahamas, y más ofreciendo esa pila de mortadela… Pero el reto será engañar donde se da el jamón del bueno, para decir que es caro, o salir con que es mejor la mortadela. O mejor: olvidarse de todo y dar mucho jamón a tragatortas, chuflas y políticos, que la mortadela ya la probarán en la plaza los que pagan la entrada.
Pero no hay que confundir al personal: el que compra la mortadela se puede comer el cinco jotas un año entero en el salón de su casa y el que compra jamón da calidad, no gana nada, pero sí la satisfacción interior de ofrecer un buen producto y ser honrado: eso es lo más sagrado.