La ausencia de creatividad

No encuentra manera de llenar de contenidos tanta TDT como hay ahora, e incluso sus propias parrillas principales. Los programas resultan clónicos, y eso no sería problema si el clon fuera bueno. Lo malo es que hay mil programas infumables, versiones de la telerrealidad mil veces vistas, y todo ese cotilleo destructor del lenguaje y potenciador de la lágrima de cutre diseño. No lo digo yo, sino los especialistas que han acudido a Mipcom, la feria de contenidos de Cannes. Leo que sólo se venden clones. Leo que apenas hay lugar para nada nuevo, y así, poco a poco, vamos recibiendo una televisión que avanza tecnológicamente a gran velocidad, pero que no despega en cuanto a estética ni en cuanto a la calidad de sus formatos. Algo pasa. De pronto, hemos descubierto que toda esa alta definición, esas hermosas posibilidades de la TDT, necesitarían algo más que versiones de lo que ya conocemos. Los canales alternativos terminan siendo un saco sin fondo en el que las cadenas principales ponen aquello que les sobra o que juzgan demasiado atrevido. Y a veces aciertan. Quizás nos hemos quedado enquistados en la tertulia de la ínfima calidad y la telerrealidad que bordea el friquismo.