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PUNTO DE VISTA

Aquellas cartas y aquellos carteros

Víctor Corcoba

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
No había teléfonos móviles, ni chats para ligar, sólo teníamos papel y un corazón de poeta para escribir cartas de amor inolvidables, que luego llevarían en volandas aquellos honoríficos carteros, por la geografía más recóndita hasta hacerlas llegar a su destinatario. Aquellos repartidores de sueños eran auténticos mensajeros vocacionales de andanzas y dueños de mil historias inconfesables e irrepetibles, no en vano todo el pueblo iba a su encuentro con santa devoción. No importaba la carga de trabajo, el esfuerzo ante las duras inclemencias del tiempo, el cartero siempre llegaba a todos los destinos, puntual a la cita. Yo siempre recordaré a mi cartero, aquel que lo fue en los años en que me inicié en la columna periodística, justo en plena adolescencia, cuando en la cuenca minera de Laciana (León) todo se movía alrededor del carbón y todo se conmovía con Santa Barbara bendita. Quien suscribe ya recibía multitud de periódicos de acá y de allá, multitud de esbozos literarios y epístolas de seres inquietos. Sólo el cartero asombrado de tantos envíos entendía mis afanes y desvelos. Por contra, todos mis amigos se decían: ¿Cómo se puede invertir tanto dinero en sellos por algo que no da dinero? Me consta que al cartero le molestaba sobremanera esta actitud de mis camaradas, quizás porque su minusvalía le hizo ser fuerte y reflexionar sobre lo divino y lo humano; en realidad era un filósofo andante que había cosechado por su innata lucidez, ganarse la cátedra de la vida.
Diré que él siempre llegaba, montado en un rocín castaño, hubiese una gran nevada o lloviese a cántaros. No fallaba ni un solo día. Paraba la bestia, también el reloj, y se ponía a contarme los envíos y las historias suyas para que las escribiese. Este es el periódico ‘Fiesta Brava’ de México, este ‘Antorcha’ de Uruguay, este ‘Aquiana’ de Ponferrada, este la ‘Hora Leonesa’..., estos sobres deben ser de libros, estas cartas parecen oficiales, estas otras... ¿serán amigas?... Y oye... toma nota, para que lo escribas: ves aquella montaña, allí estuvo mi abuelo escondido para que no lo mataran, ¡ay, las guerras!... La despedida era casi siempre la misma, te voy a proponer que te nombren cartero honorario, para callar a esas gentes que piensan no tiene valor lo que tu haces, y así podrás enviar toda la correspondencia sin tener que franquearla, como ya lo hace Camilo José Cela.

Este testimonio viene a cuento de la onomástica (9 de octubre de 1874) de la fundación de la Unión Postal Universal, y desde entonces se ha fijado este día como el Día Mundial del Correo, en el que conviene recordar la valía que desempeña este servicio en la vida de millones de personas, no sólo como un medio de unión, de intercambio, sino también como crecimiento económico. Asimismo, gracias a Correos (con mayúsculas), el género epistolar ha tomado fuerza literaria, es también Literatura (con mayúsculas). Con el paso del tiempo nos hemos quedado sin las cartas de amor y sin aquellos honoríficos carteros que lo daban todo por encontrar su destinatario. Los e-mails han sustituido aquellas correspondencias esperadas, la digitalización también está alcanzado a los libros, los periódicos ya se leen en digital. Adiós a la amistad presa e impresa en un papel que te saciaba el alma.
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