OPINIÓN
Villalba y su feria (II)
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
La pasada semana se nos quedó en el aire comentar el último tramo de la ya lejana feria de Collado Villalba, la misma en la que no fuimos acreditados para hacer nuestra labor. Pero bueno, pelillos a la mar, porque los 90 eurillos los damos por bien empleados para inflar todavía más la economía del empresario con el beneplácito de los mandamases de este municipio.
Nos quedamos en la malísima novillada que lidió Los Bayones, que ni tuvo presentación ni juego. El que sí estuvo bien fue López Simón, el torero que llevan Tomás Entero y José Luis Maganto. El chaval está en línea ascendente y tiene cualidades. Aquí contamos todo: nuestro estilo no es el rencor.
Las corridas de toros fueron de lo peor de toda la feria. Una con el hierro del Conde de la Corte que, al margen de lo malísimamente mal presentada que estaba, fue tan mansa y descastada que ya no quiero recordar el tostón que padecieron los adicionados que se sentaron en los cada vez más despoblados tendidos de Collado Villalba. Justo es reconocer la importante actuación que tuvo Iván Fandiño, jugándosela como un torero macho e imponiéndose a un animal áspero y con peligro. Se llevó un trofeo, pero tuvo mérito lo que hizo y es un valor seguro. Padilla no quiso ver a dos porquerías y José María Lázaro dejó claro que su inclusión quizá era una recomendación, porque de lo contrario no se explica cómo hizo el paseíllo. Cuando se torea poco, ocurren estas cosas.
La corrida de Peñajara también tuvo una presentación muy escasa. Fue cosa de magia: varios toros entran con los pitones escobillados por la mañana en el encierro y luego saltan al ruedo limpios. Manda narices.
Desde luego que los que eligen las corridas en el campo, posiblemente estén más atentos a los ibéricos que ponen algunos ganaderos que en ver toros, porque no dan una a derechas. Ferrera hizo lo que pudo y José Luis Moreno no se entendió con su lote.
Lo más relevante y reseñable de esta feria vino en la novillada concurso de ganaderías. Hubo una presentación digna y tres ejemplares embistieron: uno muy encastado de José Escolar; otro de Sotillo Gutiérrez que salió con pujanza y uno más de Prieto de la Cal, bravo en varas y rajado en la muleta, pero al que acabaron dándole el premio. Arturo Saldívar estuvo muy bien; Conchi Ríos, discreta; y Javier Herrero tuvo la suerte de espaldas.
El triunfalismo se desató en la última de feria con una manejable novillada de Monte de la Ermita, donde incluso se dio la vuelta al ruedo a un potable utrero que acabó rajadito.