El gran disgusto de Adolfo

Adolfo Martín es un ganadero honesto y serio, que vive por y para la ganadería. El pasado viernes se llevó el disgusto más gordo de su vida, y hace años que le conozco. Después de un año cuidando, preparando y mimando como si de un hijo se tratara la corrida que tenía reservada para Las Ventas, el equipo veterinario decidió rechazarle varios toros que tenía preparados para lidiar el pasado sábado 29 por falta de trapío.

Si no hubiera conocido la corrida, si no supiera la seriedad que tenían los toros, no diría esto. Dicen que la corrida no pesaba. El trapío, señores, no son los kilos, sino la sensación de seriedad e integridad que tenga el toro. Los toros estaban dentro del peso reglamentado, con mucha cara y equilibrio. No se puede comparar la finura, poco cuajo, y el tamaño del encaste Saltillo-Albaserrada con el de otros. Si seguimos así, a este paso nos vamos a cargar todos los encastes que no sean de Parladé.

Adolfo Martín pagó los platos rotos de tanto toro que durante la feria se había metido con calzador y al límite. Algo ha pasado. En un gesto que le honra, el ganadero galapagueño decidió llevarse al campo los astados que tenía aprobados antes de lidiar tres y arrebañar unos euros.

Pero Adolfo Martín puede sentirse querido en su plaza de Madrid. El público le echó de menos y se enfadó con la autoridad, rebelándose contra todo por meter una corrida del Marqués sin remate y que no valía para nada. Los gritos de ¡Adolfo! ¡Adolfo! del público de Madrid puesto en pie deben dar muchos ánimos para seguir luchando al que es el ganadero más premiado en Madrid.