Corrida de Toros - Domingo, 4 de abril de 2010
Dos tercios de aforo (10.000 personas). Tres toros de Núñez del Cubillo (1º, serio, bravo en varas y manejable), (3º, feo, mal hecho y deslucido), (5º, ofensivo y bueno por el pitón derecho); tres de Juan Pedro Domecq (2º, manso y soso), (4º, manso y con transmisión), (6º, rajado, noble a menos). Daniel Luque como único espada. (silencio, silencio, silencio, silencio, pitos y bronca de despedida). Bien en la brega y con los palos Mariano de la Viña y Antonio Manuel Punta.
Tras sus sobredimensionados triunfos en plazas de menos trascendencia, el diestro Daniel Luque se anunció en Las Ventas el Domingo de Resurrección para estoquear por primera vez en su carrera seis toros como único espada. Una apuesta muy arriesgada y llevada a cabo sin ninguna necesidad con la temporada bien planteada. Pero la moneda tirada al aire le salió rana al torero y su actuación resultó Frustrada, opaca y dejó muy malas vibraciones. No fue capaz de saludar una ovación en toda la tarde.
Madrid es Madrid, y no es lo mismo que cortar las orejas de chufa que le han regalado en plazas como Valdemorillo o Collado Villalba que venir al examen venteño con la responsabilidad que supone este coso para un torero de tan corto bagaje.
No vamos a negar ahora que Luque sea un diestro con proyección, pero para llegar a un compromiso como el que el domingo trenzó en Las Ventas necesita el poso, la madurez y el oficio que dan los años.
Además, el de Gerena no es ejemplo de sencillez, y el deber del torero es hablar con la espada y la muleta frente al toro y no mirarse al ombligo cuando le ponen la alcachofa y ensalzarse como la figura que no es.
El torero saldrá del traspiés, pero el domingo vivió su particular calvario, precisamente el día que se había fijado para su ascensión a la cima del toreo. De momento, se quedará en el purgatorio y en la santa humildad, que le vendrá bien para cuajarse. Luque, que siempre ha sido catalogado como un coleta de ambición, ganas, superación y capacidad, fue toda una sombra de esas virtudes y reflotó un torero vulgar, adocenado, frío, incapaz de exponer y andando con la facilidad tramposa que les sobra a la mayoría de los toreros del montón. La elección del ganado tampoco fue la más acertada. Su apoderado, José Luis Marca, no tiene demasiado buen fario, porque torero que coge, torero que estropea.
De primeras, el público venteño no recibe de buen agrado a ganaderías como Juan Pedro Domecq, al que le tienen echada la cruz; o a Cubillo, que estando en la picota están deseando un resbalón para darle un coscorrón. Sin haber un toro redondo, el diestro si tuvo enfrente tres ejemplares medianos como para haber cortado tres orejas y haber dejado otra sensación.
Uno de ellos fue el primero de Cubillo, al que lanceó muy bien de capa, con ritmo y buen gusto. El animal se empleó mucho en el caballo y luego le faltó fondo, pero tuvo 20 arrancadas. El diestro anduvo tan fácil y poco ceñido como adocenado, y el toro mereció más.
Otro ejemplar como para haberle cortado la oreja fue el cuarto, con el hierro de Juan Pedro Domecq. Un astado bajo, reunido y bien hecho, manso y suelto en los primeros tercios, pero que se vino arriba al final y tuvo cierta acometividad. A estas alturas del festejo la tarde le pesaba como una losa y Luque no tuvo la frescura necesaria para reflotar aquello y haber agarrado el premio que hubiera maquillado un poco su encerrona en solitario.
Buen quinto de Cubillo
El quinto fue un toro noble y de embestida suave y con ritmo. Para entonces, el público estaba cansado y deseando que aquello concluyera.Una faena amontonada que terminó muy encimista y eso en una portátil le sirve, pero en Madrid no se lo aguantan. De los otros tres astados, muy poco que rescatar. Un buen ramillete de verónicas y un buen quite se salva en el tercero, y el querer levantar la tarde en el sexto con el festejo vencido.