José Tomas pierde por la espada un clamoroso triunfo en la plaza de Lima
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El diestro José Tomás / ARCHIVO |
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
El mal uso de los aceros privó a José Tomás de cosechar un triunfo muy importante el pasado domingo en Lima (Perú), con el que hubiera conseguido ser por méritos propios el mejor del ciclo, haciéndose con el Escapulario de Oro.
El torero lo tuvo en sus manos justo antes de entrar a matar a su segundo toro, quinto de la tarde, con el hierro de Roberto Puga, y al que antes le había esculpido una gran faena, pero que no fue coronada con la espada, pinchando varias veces.
El espada serrano enloqueció al público limeño en series sobre la diestra con mano muy baja y arrastrando la bamba de la muleta. El de Galapagar además ayudó mucho al toro de Puga, toreándole muy acompasado y encajando de riñones, con la tremenda naturalidad y solemnidad que caracteriza su tauromaquia. Cuando el animal se paró, el torero se metió en cercanías, aguantando medias arrancadas, parones y miradas. El triunfo era suyo, pero lo emborronó con los aceros y debió conformase con la vuelta al ruedo.
A su primer toro,también le hubiera cortado una o dos orejas de no haber marrado con la espada.
Tras un quite espectacular con cinco chicuelinas y una media de cartel, comenzó la faena con ceñidísimos estatuarios que hicieron vibrar al tendido, pero el animal fue a menos y José Tomás no pudo mantener el diapasón de la faena. Hubo derechazos de gran plasticidad y tirando mucho del toro, y cuando el animal se paró el diestro se arrimó y no rectifico un milímetro. Las manoletinas finales fueron marca de la casa, pero todo acabó esfumándose.
En Quito, sin opciones
En Quito, capital de Ecuador, José Tomás apenas pudo hacer nada tras toparse con dos mulos que no le dieron ninguna facilidad. Fue ovacionado en ambos, al igual que Luis Francisco Esplá y Diego Rivas, quienes también se marcharon de vació.
Hubo apuntes muy buenos, sobre todo con su primero de Triana, pero cuando se echó la muleta a la izquierda al toro se le acabó la gasolina. Su segundo fue muy manso y sólo pudo justificarse.