Relevo en el PCE

Los hechos lo demuestran. El largo paréntesis que significó la génesis de la llamada Izquierda Unida y su devenir en realidad fue una estrategia, un movimiento táctico, para conservar los efectivos tras las debacles habidas, aparentar aperturas ideológicas y metodológicos, atraer en lo posible nuevas organizaciones con idearios nuevos, pero la columna vertebral seguía, y sigue siendo el PCE. Ello es tan evidente como la continua sangría sufrida, las desercioneslas deserciones con armas y equipo, los desencuentros y desencantos y la presión de los dogmáticos forzando disidencias. Vuelven las antiguas banderas.
Según Centellas el PCE no tiene que pedir perdón por nada (yo estoy de acuerdo, que ya está uno harto de tantas penitencias sufridas) pero es que han sido los comunistas los que más han insistido e instado a los demás a pedir perdón. Los demás, sí, nosotros, inmaculados, no. Hay en esto una falacia que intenta explicar la postura: el verdadero comunismo nunca se aplicó (¡vaya!, ¿entonces por qué se ampararon bajo la bandera, tras sus siglas?, ¿y por qué se consintió?). Por esa misma regla habríamos de suponer que nunca se aplicó el verdadero fascismo y así con toda doctrina (¿se sigue el verdadero cristianismo?) o ideología, que en su perfección y pureza nunca se han aplicado.
Sigue el nuevo capitán opinando que presos políticos en Cuba no los hay, que son meros delincuentes comunes e incluso terroristas; huele demasiado a la misma sarta de razonamientos legalistas que se esgrimían cuando Franco... ¿No considera el PCE que sus luchadores contra la dictadura franquista lo fueron políticamente? Es un grave insulto para aquellas gentes que luchan allá por sus convicciones (que no tienen que ser forzosamente las del castrismo) y que claramente son perseguidas.
Claro, nuestra democracia (burguesa, desde luego) es imperfecta ¡faltaría más!. Y por ello cuestionable. De acuerdo, un hombre, un voto, pero libre y secreto, no mediatizado o presionado por la presencia de la asamblea popular.
Los dirigentes mencionados no se han movido un ápice en sus esencias doctrinarias y ni han aprendido ni aprenden del devenir de la Historia (ese gran testigo social para Marx), ni de sus consecuencias y del modo de afrontarlas. Un clarito ejemplo lo tenemos en las declaraciones del señor Frutos acerca de la celebración del XX aniversario de la caída del muro de Berlín; él no celebra esas frivolidades. A los miles de alemanes del Este que se apelotonaron para poder salir de la amada y democrática Alemania habría que preguntarles si es que tenían ganas de frivolidades.