Lo absurdo del botellón

Lo lógico es prohibirlo, porque que yo sepa tampoco se puede beber alcohol en la vía pública, ni consumir drogas, ni tabaco en lugares públicos. A todo esto nos hemos ido acostumbrando y que yo sepa no ha pasado absolutamente nada. El botellón nació, o por lo menos así lo creo yo, porque para los jóvenes las consumiciones en los pubs salen muy caras. Pero ¿de cuántas consumiciones hablamos? Está claro que ni de una ni de dos. No se trata de que sean caras, sino que sale caro emborracharse porque eso es lo que la mayoría persigue, cogerse un buen punto para, supuestamente, pasárselo mejor. Yo he sido joven y he salido a tomar copas y no tenía más dinero en el bolsillo que cualquiera de los jóvenes de ahora. Y si tenía que pasar toda una noche con un tinto de verano porque el presupuesto no daba para más, pues me aguantaba. El problema consiste en no saber divertirse si no se está bebido, lo cual es un grandísimo error porque el alcohol en el cuerpo termina pasando factura.

Yo colocaba el botellón debajo de la casa de sus defensores. ¿Que quieres hacer botellón? Pues te pones con los colegas al lado de tu casa: micciona en tu portal, pon la música a toda pastilla para despertar a tus papás y a tus vecinos, deja las huellas en la puerta de tu casa... Y la semana que viene, que lo sufran los papás de otro colega, y así sucesivamente, porque se pongan donde se pongan siempre fastidiarán a alguien. En fin, lo miremos por donde lo miremos, esto del botellón da más problemas que soluciones, pero como somos tan permisivos... Así nos va.