El mirador
Sentimientos nostálgicos
Luis C. Peris
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Desde que el uso de la razón se hizo hábito y habitó entre nosotros se viene oyendo que los toros no tienen futuro, que toros los de antes y que con Belmonte se acabaron los toreros.
Siempre fue así. Manolete era un truquista, Ordóñez se iba al rincón para una estocada efectiva, Camino abusaba del pico, Luis Miguel era un ventajista, Bienvenida no se lo pasaba por la barriga ni una vez, El Cordobés no sabía torear, Romero debería contratar a un guía que le indicase por dónde se daba la vuelta al ruedo, y así, en ese plan, todo era malo en el toreo. Los aficionados despotricaban y enarbolaban un sentimiento de nostalgia por lo que fue y ya no era. Así, una generación de toreros y luego llegaba otra y otra, para que cada uno fuese peor que la anterior según opinaban esos viejos aficionados que no se daban cuenta que lo bueno de su juventud no eran los toreros, sino ellos mismos.
Y en esa época ha tenido que surgir la feria de este año para que reaparezcan los sentimientos nostálgicos. Unas nostalgias que parecían enterradas a causa de la gran baraja de toreros que ha dado este tiempo. Una baraja de ocho o diez toreros de primerísima fila y que, con perdón de Gallito y Belmonte, bien podrían convertir este tiempo en una segunda Edad de Oro del torero. Ponce, José Tomás, El Juli, Manzanares, Perera, Morante, El Cid, Talavante, Castella... conforman una baraja de auténticos ases, de toreros con personalidad propia, cada uno con su estilo, sin que nadie imite a nadie, como cuando a Romero o a Camino se les conocía por detrás y con la montera puesta. Estamos en una época de grandísimos toreros y no había pie a la nostalgia, pero las cosas son como son y casi nunca como uno quiere.