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‘EL FARO DEL GUADARRAMA’ se adentra en la sede de la fundación virgen de los dolores y la residencia familiar de la magdalena
‘EL FARO DEL GUADARRAMA’ se adentra en la sede de la fundación virgen de los dolores y la residencia familiar de la magdalena

Denuncias, religión y apariciones: la ‘Obra de El Escorial’, desde dentro

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Lo primero que se ve al entrar en la sala de estar de La Magdalena (finca de unos 25.000 metros cuadrados situada junto a la M-600, a la salida de El Escorial) es una bendición apostólica del Papa Benedicto XVI a la comunidad familiar que reside en esta casa. También un retrato de Amparo Cuevas. Está encendido el fuego de la chimenea, a lo lejos se escucha el alboroto de algunos niños y en la cocina cuatro mujeres se afanan por preparar la comida. Pasan unos minutos de la una y en la capilla, en uno de los primeros bancos, encontramos rezando a José Luis Bueno Suescun, cuyo nombre se ha situado a su pesar en el ojo del huracán, ya que su hermano Juan Carlos es el presidente de la Asociación de Víctimas de las Supuestas Apariciones de El Escorial, que en los últimos años se ha convertido en auténtico azote de la Fundación Virgen de los Dolores.
Este aragonés, de Sos del Rey Católico, deja por un momento la oración; primero se muestra con ciertas reservas, pero pronto se suelta en una charla más distendida. “Estoy aquí porque quiero, nadie me retiene; ingresé hace tres años, el día de la Virgen del Pilar de 2005, y nunca había sido más feliz”. La Asociación denunció hace meses a la fundadora de la Fundación, la supuesta vidente Amparo Cuevas, por delitos de coacción, estafa y secuestro, en una causa que fue recientemente archivada por una juez de San Lorenzo, si bien ya se ha presentado un recurso contra este fallo judicial.

Como en los textos de los Evangelios, José Luis, que dirigía una empresa de suministros para Volkswagen, decidió dejarlo todo y empezar una nueva vida en la comunidad familiar. “Es la decisión más importante que he tomado, y en ningún momento me he arrepentido”. “Soy feliz”, repite, y a continuación, preguntado acerca de cómo se siente situado como uno de los protagonistas principales de esta polémica, asegura que “no es fácil, pero no entiendo por qué lo hacen; yo no me meto en la vida de mis hermanos, en lo que hacen o dejan de hacer, y a lo mejor no estoy de acuerdo con muchas cosas. Dicen que me han quitado todo, pero es mentira; se puede comprobar en el registro de la propiedad. Tengo que seguir pagando una hipoteca, y lo hago gracias a la ayuda de la Fundación”. También se inició un proceso para declarar su incapacidad, igualmente sin éxito, aunque los hermanos de José Luis Bueno recurrieron la decisión, de modo que en breve se hará público el nuevo fallo en este sentido.

Esta comunidad familiar está integrada por unas 100 personas, explica su portavoz, Pedro Besari, además de otras 50 que están vinculadas de forma externa (no viven aquí, pero acuden a las celebraciones religiosas y colaboran en distintas actividades, especialmente los fines de semana). La cocina es común, al igual que la capilla, la sala de estar y otros espacios. “Vemos la tele juntos, comemos, reflexionamos, rezamos, y luego cada matrimonio tiene su propia habitación”. Rechaza, por supuesto, que se hable de secta: “Lo que queremos es recuperar el espíritu y la forma de vida de las primeras comunidades cristianas”. Y siguiendo esa filosofía, se desprenden de los bienes materiales, que pasan a formar parte del patrimonio común de la Fundación.

En esta misma finca de La Magdalena se encuentra otro chalet que se ha convertido en residencia para seis seminaristas, que acuden diariamente a la Facultad de Teología de San Dámaso, en Madrid, y que luego tienen aquí su lugar de descanso, estudio y oración; un privilegio con el que sólo cuentan otras dos organizaciones religiosas: el Opus Dei y los Kikos. Habitaciones sencillas con literas, un salón común, un espacio de lectura y una zona de estudio, con vistas al Monasterio, forman parte del que es otro de los vértices de la que denominan Obra de El Escorial, cuya estructura es más compleja de lo que puede parecer en un primer momento.

La estructura de la ‘Obra’
Por una parte, se encuentra la Asociación Pública de Fieles Reparadores de Nuestra Señora la Virgen de los Dolores, institución erigida canónicamente en junio de 1994 por el entonces cardenal de Madrid, Ángel Suquía. Su principal actividad es la atención a las personas necesitadas, y a su vez se divide en tres secciones: primero, la de las Hermanas Reparadoras, formada por mujeres célibes o viudas que viven en comunidad. Precisamente en este punto ha surgido otro punto de conflicto, puesto que su situación -no están dadas de alta en la Seguridad Social ni perciben ningún tipo de salario- se ha denunciado ante la Inspección de Trabajo. Sin embargo, Pedro Besari indica que los estatutos recogen en su articulado que “no percibirán emolumentos por el desempeño de sus servicios a la propia Asociación y/o terceros, fiadas en la Divina Providencia”. En todo caso, este portavoz asegura que acatarán lo que dictamine el juez, en una sentencia que probablemente también se conocerá en breve. Y casi a renglón seguido, una de las Hermanas Reparadoras, también presente durante este encuentro, añade: “El único juicio que nos importa verdaderamente es el de la Iglesia”.

La segunda sección es la ya citada comunidad familiar (a su vez, con dos grupos: internos y externos). En tercer lugar aparece la comunidad vocacional, de la que forman parte capellanes y sacerdotes, como el padre José María, quien, junto a Pedro Besari, nos acompaña en esta visita. En cuanto al funcionamiento de esta asociación, el artículo 29 de los estatutos establece que “los miembros que viven permanentemente en comunidad, antes de ser admitidos definitivamente deberán haberse desprendido libremente de sus bienes”.

Hasta aquí, la Asociación de Fieles; antes, en 1988, se constituyó la Fundación Virgen de los Dolores, reconocida en 1989 como entidad de interés general y de carácter benéfico asistencial por el Ministerio de Asuntos Sociales. “Todas nuestras cuentas y propiedades están auditadas anualmente, bien por el Ministerio, o bien por el Arzobispado. Nuestras residencias son inspeccionadas para comprobar que cumplen con los requisitos que marca la ley para poder prestar un servicio asistencial a los ancianos”, indica Besari, que también sale al paso de uno de los temas más controvertidos, el del patrimonio de la Fundación, que se ha llegado a estimar en 300 millones de euros. “Eso es una barbaridad, pero no ocultamos nada; los bienes han ido surgiendo de la puesta en común de nuestro patrimonio y de los que luego se han ido incorporando a esta obra benéfica”.

En la residencia de la Fundación en El Escorial, situada en la calle Carlos III, son atendidos 16 ancianos, todos ellos de esta localidad o de San Lorenzo. “Pagan la asistencia que reciben en función de sus posibilidades, pero también hay residentes que no pueden pagar nada y tienen la misma atención; hay gente con pensiones de 400 ó 500 euros, cuando un servicio de este tipo, en cualquier residencia privada, costaría más de 2.000”. Las Hermanas Reparadoras se encargan del cuidado de los mayores, tal como explican los propios responsables de la Fundación. En las habitaciones, en su mayoría dobles, la decoración es casi infantil, animales de peluche incluidos. “Este elefante rosa les encanta; les gusta que todo sea muy alegre”, indica una de las reparadoras. Mientras, los ancianos, de edad muy avanzada, realizan distintas actividades en el salón; pintan, escuchan música o simplemente están sentados, ajenos a la polémica que desde años rodea a esta Fundación Virgen de los Dolores; la de los virginianos, como se han cansado de escuchar durante mucho tiempo. Ahora, después de una época de silencio, incluso de autismo, han decidido abrir sus puertas a los medios, entre ellos El Faro del Guadarrama. La visita continúa bajando unas escaleras hacia lo que antes fue el garaje del chalet, convertido en capilla, donde está la imagen de la Virgen de los Dolores que sale en procesión y que presenta los signos de un ataque sufrido hace años, en 1996. “No hemos podido hablar ni defendernos públicamente porque el Arzobispado nos había pedido silencio, pero ahora, sobre todo después de la sentencia de la juez archivando la denuncia, la Iglesia sí nos ha autorizado a abrir las puertas con cierta prudencia”, explica Pedro Besari, que añade que están acostumbrados a “poner la otra mejilla” y a sufrir “amenazas” cuando los fieles acuden a rezar el Rosario a Prado Nuevo, la finca de 70 hectáreas en la que se encuentra el fresno donde el 14 de junio de 1981 empezó todo; donde Amparo Cuevas dijo haber visto a la Virgen. El epicentro de lo que para unos es un circo y para otros una forma de vida. El debate sigue en la calle, aunque ahora, desde la Fundación, quieren hacer un esfuerzo de apertura para que las luces se impongan a las sombras.
Denuncias, religión y apariciones: 
la ‘Obra de El Escorial’, desde dentro
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