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El mirador

Educación y ejemplo

R. Arqués

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Muchos padres se suelen llevar las manos a la cabeza cuando ven la equivocada trayectoria tomada por sus hijos adolescentes y no dudan en afirmar: ¡Esto antes no era así! Pues claro que era así.
En la mayoría de los hogares españoles siempre ha existido la cultura de la bebida. Y si no, sólo tenemos que recordar a esa mayoría que habitualmente gusta de tomarse un vino con su correspondiente aperitivo antes de comer, acompañan la comida con tinto y casera, no renuncian a la copa de brandy después del café, y por la tarde se suelen reunir con sus amigos para tomarse uno o dos cubatas. Tampoco el vino les faltará en la cena. Y eso sin tambalearse ni, al menos hasta ahora, ser conceptuados como anormales dentro de eso que denominamos vida cotidiana.

Una gran mayoría de padres de mi generación hemos hecho lo mismo que nuestros hijos. Lo que ocurre es que ahora todo parece excesivo, porque nosotros lo llevábamos a cabo con miedo y a la chita callando y nuestros hijos lo hacen al aire libre y sin cortarse un pelo. Ellos, salvo excepciones, han copiado lo que han visto en casa. Eso se lo hemos oído decir muchas veces a nuestros padres, pero nosotros a la hora de asumir esa responsabilidad no lo hemos considerado. Y cuando nuestros hijos tienen ya unos añitos y los dejamos solos para ir de cena o a un pub con los amigos, no dudemos que nos oyen al regreso intentamos meter temblorosamente la llave en la cerradura, dar un traspiés en el pasillo, roncar como poseídos hasta las 12 de la mañana y levantarnos con jaqueca. Por eso nos falta autoridad a la hora de decirles: ¡no se te vaya a ir la mano con la bebida, que te la ganas! Educar a los hijos no es tarea fácil, sobre todo si los padres no damos ejemplo. O sea, no se deben pedir peras al olmo, a no ser que nosotros nos las exijamos a nosotros mismos.
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