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Opinión | |||
Un español en Alemania (125) |
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Emigrados de España a Alemania |
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Por Jose Mateos Mariscal | |||
Mi serial ‘Un español en Alemania’, reproduce y edita las memorias de un emigrante español en Alemania. De manera general, los proyectos migratorios se solían elaborar en el seno familiar y todos los miembros, tanto los que marchaban como los que se quedaban, se veían afectados de una u otra manera por este proyecto vital colectivo. |
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Se fuera uno o varios miembros, todos a la vez o escalonadamente —a través de la reagrupación familiar—, la emigración era usualmente un emprendimiento de la comunidad emocional familiar. El momento de la partida cristaliza los sentimientos, a menudo contradictorios, que envuelven al conjunto de la familia frente a la emigración. Por un lado, la idea de emigrar se ponía en marcha ante la expectativa de una mejora en las condiciones de vida, de modo que generaba sentimientos como la ilusión y la esperanza, tanto en los que realizan el viaje como los que lo apoyan quedándose. Testimonio de la familia Mateos Hernández Emigrados de España a Alemania en 2013. En muchas ocasiones, ambos sentimientos se hallan estrechamente vinculados con los tópicos y estereotipos sociales de los lugares de destino. La imagen del emigrante español en Alemania justificaba y alimentaba la ilusión inicial. En cierto modo, el sueño europeo no era sino la representación de la familia trasplantada a Alemania, la que hacía la llamada a emigrar y colaboraba en la alimentación del mito: marcharse a Alemania era la ilusión máxima que podía aspirar el que podía marcharse, el que tenía un pariente en Alemania que lo podía reclamar. El porvenir estaba en Alemania, esa era la ilusión. Pero la emigración también era percibida como una tragedia que separaba a las personas físicamente. La distancia dividía a las familias, por lo que no era de extrañar que imperaran los sentimientos de tristeza y desarraigo. Yo, José Mateos Mariscal, aunque disimulaba, sentía como una tristeza al pensar que sería la última fiesta que estaría en casa en Zamora (España), ya que el sábado siguiente, Sábado de Gloria, era el día de mi partida para Alemania. Empecé a despedirme de mis amistades. Fui a San Frontis a despedirme de mis tíos, tías y primos. Todos quedaron muy tristes y no hubo ni uno solo que me alentara, que es lo que yo hubiese querido. Me ponían aún más triste. Nos despedimos con mi hermano mayor porque tenía que ir a la fábrica muy temprano. Fue un adiós tremendo, ya que él y yo éramos los dos hermanos que más nos queríamos. Lloró hasta que se llenó y yo tuve que hacer lo mismo. La tristeza se mezclaba incluso con enfado y rencor cuando la emigración se percibía como una injusticia dentro de las estrategias familiares. Así sucedía a menudo con los niños o adolescentes que acompañaban a sus padres en la emigración, ajenos normalmente a la toma de decisiones que había desencadenado la salida, o bien los que quedaban en el lugar de origen, en casa de otros familiares (abuelos normalmente), cuando los padres emigraban sin ellos. Yhasmin Mateos Hernández Yhasmin, emigrada a Alemania en 2013 con tan solo doce años, afirmaba: mi hermano Leandro, cuando tenía el pasaje dijo que no venían, que tenía que venir yo. Y yo no quería venir. Yo lloré creo que tres meses seguidos, no quería venir porque era joven, tenía mi mundo en Zamora (España). Los sentimientos de incertidumbre ante lo desconocido y el desasosiego que esta generaba son también característicos del mundo de la emigración y estaban especialmente presentes en el momento de la partida. Cuando la emigración dejaba en tierra a una parte del núcleo familiar, esta se veía especialmente afectada por sentimientos de morriña, ante la separación y los posibles riesgos del viaje. La angustia se potenciaba ante aspectos de la salida que escapaban por completo al control de los mecanismos familiares, como las esperas y retrasos en la expedición de documentos, en los viajes intermedios o en los controles burocráticos e inspecciones sanitarias a los que quedaban supeditadas tanto la salida como la llegada. La complejidad creciente en la tramitación oficial de los permisos migratorios constituyó una fuente constante de inseguridad, especialmente en las familias procedentes del mundo rural, a menudo sin estudios o cuando menos poco familiarizadas con la cultura administrativa. La falta de estudios es así considerada por numerosos emigrantes como una fuente de limitaciones que genera dificultades y sufrimiento. Coral Hernández, emigrada de España a Alemania en 2013 Nosotros, ¿sabes qué fallo hemos tenido, con mi esposo? Gente de pueblo con poca Universidad, si uno tuviera más preparación, íbamos a la escuela básica, no tenemos carrera universitaria. Entonces, no estamos preparados para el mundo, y así uno sufre más, porque tienes que adaptarte a trabajos… a lo que venga… ¿entiendes? Hay que sufrir. Desde el punto de vista de la comunidad emocional, la despedida previa a la partida se ritualizaba con una apelación a los valores transmitidos dentro de la familia, de los padres a los hijos. La familia, aún dividida por unas fronteras, mantendría su coherencia en la medida que se guardase el respeto a esos valores. Palabras de mi padre: Te vas Coral, procura mirar siempre por ti. Nosotros quedamos en casa y trabajando no nos faltará qué comer pero tú eres sola con tu familia en Alemania, puedes enfermarte o puede que algún día te falte el trabajo por cualquier circunstancia, y si no tienes algo tuyo pudieras verte necesitada y pasar hambre en el extranjero. Lo primero que has de observar es una conducta intachable: honradez, obediencia, constancia y buena voluntad, cualidades son que abren las puertas y recomiendan al individuo en todas partes. Escribe tan pronto como puedas y adiós hija. Diciendo esto y dándome un abrazo y un beso en la frente, se retiró mi padre quedando yo abajo en el coche sumida en la mayor tristeza. Los inmigrantes, y sus familias, sobre todos los hijos, comparten en su mayoría un sentimiento de tristeza profunda debido a la partida de su ser querido, sentimiento que ha ido evolucionando con el tiempo. Destacan momentos de inestabilidad emocional y ambivalencia de sentimientos con respecto a la persona ausente: por un lado, se sienten tristes debido a la lejanía física del familiar que la migración conlleva, pero al mismo tiempo se sienten orgullosos de ello, por el esfuerzo que hacen los progenitores con el objetivo de mejorar la vida familiar y que interpretan como una manifestación de afecto hacia ellos. ‘Muy triste, pero a la vez feliz porque mi familia y yo emigramos de España a Alemania para salir adelante’ (Leandro Mateos) Los sentimientos generados a raíz de la migración han ido cambiando con el tiempo, según hayan ido entendiendo las razones de esa ausencia y hayan conseguido elaborar el duelo migratorio. Reconocen haber pasado por diferentes etapas, transformando los sentimientos negativos y dañinos, en sentimientos más positivos con el tiempo. ‘Al principio me daban depresiones cada año en Alemania y no me sentía igual que en España por más que estuviera con mi mamá y papá’ (Yasmin Mateos Hernández) La edad temprana en el momento de la partida de la familia les ha afectado mucho, ya que ellos mismos consideran edades de especial necesidad de la presencia de sus amigos y entorno que se abandona. Hay momentos simbólicos que de alguna manera hacen experimentar más la sensación de extrañar a la persona ausente: situaciones de comparación con otros coetáneos acompañados, apoyados y recogidos por el progenitor al colegio o al parque, y fechas de celebraciones rituales (personales y familiares como los cumpleaños), tal y como reportan las citas. |
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