Diario digital de la Sierra Noroeste de Madrid
22 de noviembre de 2024, 6:07:44
Opinión

Un español en Alemania (118)


Wuppertal en Alemania: a la pandemia se suma la inundación

Por Jose Mateos Mariscal

En el distrito de Wuppertal, Renania del Norte-Westfalia, se produjo el primer brote del coronavirus en el país. En las últimas semanas, la misma región ha sido golpeada por las inundaciones.


El distrito de Wuppertal, en Alemania, fue la primera región golpeada por el coronavirus en Alemania. Hace unas semanas, un poblado de la zona, ha corrido con doble mala suerte, y Mario Perez la ha sufrido en carne propia.

Este inmigrante español administró con éxito el restaurante "Madrid" en Solingen, a 20 kilómetros de distancia. Pero en marzo de 2020, justo en los días en que estalló la pandemia, se hizo cargo del restaurante "La Bodega" en Beyenburg. Su ubicación y equipamiento no podían ser mejores, creyó: espacio para 80 comensales, aparentemente un verdadero golpe de suerte.

Tras la declaración de la pandemia, Perez pudo mantener su restaurante a flote a duras penas. Pero ahora parecía regresar la suerte: La felicidad fue grande, hasta que se desbordó el río que pasa por la población. "El 16 de julio tuvimos abierto todo el día, al tiempo que buscábamos detener el agua en todo el pueblo con sacos de arena, sin éxito”, lamenta Mario Perez.

En la noche, los 700 habitantes de Beyenburg, tuvieron que ser evacuados por la rotura de una represa en el río. Perez también tuvo que abandonar su querido restaurante; a la mañana siguiente recibió la llamada de que el agua había subido 40 centímetros en todas las salas de su establecimiento. Con ayuda de los bomberos y un sinfín de ayudantes bombearon el lodazal casi hasta la extenuación. "En general, hemos tenido mucha suerte aquí", reconoce Mario, "en otras partes de Alemania ha muerto gente y las casas han quedado completamente destruidas. Eso me duele en el alma".

La canciller alemana visitó zonas devastadas por las inundaciones

Una titánica labor, no solo para los bomberos. El hecho de que Beyenburg haya salido relativamente bien parado se le agradece también a los incansables esfuerzos del jefe de bomberos Holger y su ejército de voluntarios. "Hemos llenado y colocado más de 30.000 sacos de arena aquí. Hubo un gran número de personas que colaboraron estos días".

“Revisaremos casa por casa para ver cuánta agua queda. El problema son los calentadores de petróleo, de cuyos tanques se ha derramado el combustible", dice Holger. Para retirar los residuos de petróleo es necesario contratar a empresas especializadas en bombeo de sustancias contaminantes.

Su alcalde, dirigió las labores, y decidió evacuar a Beyenburg, por precaución.

Esta ha sido la primera prueba dura para el alcalde, que fue elegido hace poco menos de un año y que inmediatamente interrumpió sus vacaciones por la amenaza que se cernía sobre su distrito. “Hemos protegido - por todos los medios - la estación transformadora, de la que depende todo el suministro eléctrico de Beyenburg. Si hubiéramos tenido que cerrarla a causa de la inundación, unos 10 mil habitantes nos hubiéramos quedado a oscuras”.

El alcalde adaptó rápidamente una escuela primaria en refugio de emergencia: allí fueron acogidas 29 personas que no tenían ni amigos ni familia en la zona. "Te conviertes en un gestor de crisis de un minuto a otro", dice.

Estos días, Beyenburg es también un buen ejemplo de solidaridad que no conoce distancias. Docenas de personas vinieron con equipo pesado. Cientos de personas trajeron sacos de arena. Y los agricultores de Remscheid, a 20 kilómetros de distancia, pusieron sus tractores a disposición en un abrir y cerrar de ojos.

Inundaciones ponen a prueba las relaciones germano-holandesas

Al mismo tiempo, esta comunidad de 700 habitantes es el compendio de la protección inadecuada contra las inundaciones. Hace solo un año, expertos de la junta de aguas habían anunciado que Beyenburg podría ser víctima de inundaciones por la falta de limpieza en la canalización. El alcalde adelantará ahora la construcción de un nuevo dique, que en agosto de 2020 había sido rechazado por "expertos”.

Para el alcalde, sin embargo, la tarea más difícil, además de la reconstrucción, podría ser la normalización de las relaciones germano-holandesas. Desde Beyenburg hasta la frontera hay muchos kilómetros; el Rur desemboca en el Maas cerca de Roermond, en los Países Bajos, que también se ve afectado por las inundaciones.

Las autoridades holandesas habían cerrado una esclusa en el Rur a causa de la crecida, y de repente hubo acusaciones de Alemania de que esto había provocado la rotura de la represa que inundó la región. Sin embargo, según cálculos de la Asociación de Diques de Limburgo, no habría ninguna relación, y el Alcalde intenta visiblemente calmar las aguas: "Los holandeses protegen sus ciudades lo mejor que pueden, y yo habría hecho lo mismo en esa situación. Mantenemos una vecindad muy amistosa aquí en la zona fronteriza, no es el momento de recriminaciones".

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